Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 08 Noviembre de 2010
¿Qué haremos para prevenir el colapso de nuestro planeta? ¿Pensamos en el futuro de hijos y nietos? ¿Cuál será la herencia que dejaremos a las futuras generaciones? Hoy por hoy, la tierra está dañada, son múltiples las manifestaciones de deterioro del ecosistema y el medio ambiente: El calentamiento global, la destrucción de la capa de ozono, extinción de especies, contaminación de ríos, lagos y el mar, el derretimiento de los glaciales y las nieves eternas, entre muchas otras.
Habrá conciencia objetiva del mal generado a la aldea global, a este mundo maravilloso equilibrado entre elementos delicados como son el agua, el oxígeno, el proceso de germinación del reino vegetal (alimento de numerosos animales) el sol y el obsequio generoso de vida producido por su temperatura y posicionamiento en la Vía Láctea, el movimiento de rotación y traslación de la tierra, un equilibrio planetario que no puede ni debe ser intervenido.
El hombre (mayor depredador y destructor de la creación) Aquella mente brillante capaz de generar cambios estructurales tan profundo en nuestro hábitat que podría eliminar todo vestigio de vida vegetal y animal sobre la faz del planeta.
Quizás, cada uno de nosotros, a través de pequeños gestos y acciones podríamos ayudar a curar las heridas sangrantes de nuestra nave viajera. Es absolutamente perentorio generar las condiciones políticas, económicas, sociales y de toda índole para ir en rescate de esta dama azul.
Reciclar significa renacer, racionar el agua, proteger reservas naturales y el patrimonio de la humanidad, guardar la historia como signo de experiencia para que las generaciones venideras asuman certeza de nuestros errores y descubran la forma de solucionar aquellos problemas y dificultades que la época moderna no ha resuelto. Desde este ámbito, educar es fundamental, niños y jóvenes aprenden si enseñamos con una pedagogía centrada en el afecto y el aprecio irrenunciable a la vida en todas sus formas Los jóvenes estudiantes atesoran cada una de nuestras enseñanzas (acertadas o equivocadas) nos visualizan como referentes en un patrón de identidad, somos espejo, pedagogos, maestros, guías, acompañantes, facilitadores en el proceso de enseñanza aprendizaje. Lamentablemente, valores, ética y moral han sido postergados, impera la premisa del menor esfuerzo, atender a los intereses individuales por encima del bien común, buscar el beneficio personal, fomentar el personalismo en el trabajo y las relaciones interpersonales, despreocuparnos del otro, asumir rutinas individuales, dar crédito al materialismo y consumismo, construir una sociedad menos egoísta entre modelos identificados por la competencia y el capital.
En el universo natural, cada elemento, cada parte y pieza de una estructura mayor, funciona bajo el amparo de la interdependencia, por tanto, la especie humana no es en sí misma una unidad autónoma, pues funciona atendiendo un proceso secuencial: Nace, crece, se desarrolla, reproduce y muere compartiendo con aquel otro ser que está a su lado, hermano, prójimo o compañero.
Una evolución positiva de la sociedad que pretenda recuperar al planeta del daño causado por nuestra intervención destructora, sólo alcanza eficacia y eficiencia en la medida del reconocimiento público de aquel conflicto.
El desarrollo lleva consigo, como efecto directo del crecimiento productivo, una elevada tasa de emisiones contaminantes de todo tipo, los residuos tóxicos emanados por las grandes industrias agraden al medio ambiente, deterioran las condiciones de vida de las personas.
A medida que el desarrollo avanza en el mundo (industrialización, técnica y tecnología) mayor es el daño ecológico generado, por tanto, solicitamos a los países y grandes industrias, a cada ser humano, preocuparnos en mitigar los conflictos y agresiones a la tierra para que ella nos cobije por mucho tiempo más.
Marcelo Sepúlveda Oses
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