martes, agosto 25, 2009


QUINCHAMALÍ
Enviado por Alejandra Gallero Urizar el 25 Agosto 2009

Los orígenes de Quinchamalifue, como se llamaba originalmente, se remontan a la época de la colonia. Para entonces estaba poblada por una reducción de indios mapuches o pehuenches cuya reputación como hábiles artesanos alfareros perdura hasta la actualidad.

Esta aldea situada entre las ondulaciones de la cordillera de la costa, a 31 kilómetros aproximadamente al suroeste de Chillán, colinda con la confluencia de los ríos Nuble e Itata. Sus habitantes viven de la actividad alfarera, de la explotación de la cereza y de la agricultura que desarrollan en pequeños minifundios. También elaboran vino y chicha.

La arcilla con que fabrican su artesanía es propia del lugar y se extrae de la tierra de forma artesanal. El color profundo de las piezas negras, se obtiene quemándolas.

Entre las piezas clásicas que manufacturan se encuentran: la mujer-vasija, mujer-cántaro; evocación de un cuerpo que contiene, que guarda. Cuerpo preñado; la cintura estrecha y las enormes caderas-recipientes. En esta representación la mujer aparece como signo de lo fértil, de la maternidad.

La primacía de la mujer quinchamalina se observa en “la guitarrera”. Representa a una mujer sola, su compañía es una guitarra, su oficio: el canto. Pareciera ser que las artesanas transponen su propia imagen de poseedoras de un trabajo ligado a la creación y al arte popular campesino; locera y cantora se conjugan para especificar a la mujer como productora. El instrumento guitarra que ella posee alude la fiesta, a la alegría, al ritual. Si unimos esta idea con la fertilidad, aparece un lazo entre procreación y celebración. Lo femenino, expresado en la guitarrera, representaría un punto de encuentro entre la fecundidad y el rito. También, es la representación de una vivencia dura e infinitamente acaecida en la propia vida de las mujeres: el padre se fue, el marido no está, el hijo anda lejos, el amante se marchó.

El jinete: el hombre a caballo es una pieza que se repite. Es la figura de un huaso con poncho y sombrero, el símbolo masculino del campo chileno, segmento de la identidad nacional. El jinete quinchamalino como figura a crear, como reiteración de una imagen, restituye el destino de lo masculino y su relación con lo femenino.

El chancho: esta pieza aparece como una de las más populares de la tradición alfarera de Quinchamalí, ya sea como el "chancho de tres patas" o de la suerte, o bien como el "chancho alcancía". También su figura es motivo ornamental de numerosos cerámicos utilitarios como: fuentes, ceniceros, pebreros, etc. De diversos tamaños, y su persistencia en el tiempo da un sello reconocible a la artesanía quinchamalina.

El cerdo está vinculado a los sacrificios, a lo femenino y al dinero en algunas sociedades. De esta manera creemos que el uso de su imagen retoma y recrea el tema con sus propias variaciones. Observamos que para las artesanas el chancho simboliza la abundancia, el bienestar, la alimentación. Es un animal comúnmente cocinado para las fiestas rituales: en el banquete de la noche de San Juan, en las celebraciones de los santos, etc. El cerdo entonces, evoca un consumo ceremonial que expresa casi siempre la necesaria reciprocidad de los seres humanos con lo divino. Pero también, pensamos que el chancho alcancía devela una cierta forma de concebir el mundo para este grupo de alfareras. El cerdo pertenece al orden de lo natural, su muerte prodiga opulencia (alimentos y dinero); el guarda "excedentes" que no pueden ser retenidos eternamente sino que deben ser gastados, para lo cual es inevitable el sacrificio.

La hermosa e inconfundible artesanía de Quinchamalí y sus creadoras no sólo hacen perdurar la tradición que surgió durante la colonia, sino que conforman un punto de interés turístico que bien vale una buena difusión.
Alejandra Gallero Urízar

parralina@yahoo.com

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