miércoles, octubre 14, 2009

UNA OPINIÓN / LA ANSIADA LIBERTAD
Enviado por Luis Espinoza Olivares el 10 Octubre 2009

La ansiada LIBERTAD. La concepción más simple para el común de las personas sobre la palabra “libertad”, se asocia con el anhelo de poder decir y hacer lo que se quiera en cualquier momento y en cualquier circunstancia. De veras, es muy difícil establecer el delicado límite existente entre “libertad” y “libertinaje”.
Si pudiéramos requerir la opinión de variadas personas sobre el concepto “libertad”, nos encontraríamos con igual diversidad de respuestas, ya que cada uno quiere asociar este concepto con experiencias de tipo personal que les haya correspondido vivir y con las expectativas que cada cual tenga. Es que la libertad siempre ha sido requerida para buscar nuevas y mejores formas de vida, no solo en lo individual sino que principalmente en lo colectivo.
La historia del hombre está plagada de hechos y acontecimientos en los cuales la búsqueda de la libertad ha sido uno de los principales motivos que los justifican: revoluciones, movimientos sociales, guerras, cruzadas, etc., han tenido a la libertad como el componente básico que justifica la acción individual y colectiva de millones de personas, quienes en su nombre han promovido grandes cambios que, incluso, han marcado el cambio de una época a otra.
“Libertad: cuántas injusticias se han cometido en tu nombre”, dice el refrán popular, que denuncia los errores que en muchos momentos de la Historia de la Humanidad se han producido, ya fuere porque las reales causas de los movimientos no eran libertarias, o por liderazgos mal asumidos. Sea cual sea la causa de esos errores, lo concreto es que muchas acciones humanas colectivas humanas han llevado al fracaso por haber tratado de justificarlas en nombre de libertad, no siendo esa su verdadera justificación.
En el sentido más estricto, el concepto “libertad” es la facultad del hombre para obrar según su voluntad o su naturaleza. Así lo plantea la más elemental de las definiciones. El problema es que –de un mínimo análisis de esta concepción- surgen las más variadas interrogantes acerca del correcto proceder que las personas puedan tener en el legítimo uso de su libertad. ¿Están realmente preparadas todas las personas para proceder en forma ética, principalmente en la toma de decisiones que afectan a otras personas? ¿Cuál es la escala de valores que poseen las personas para asegurarnos que sus acciones no perjudiquen a otras personas? ¿De qué manera las decisiones de una persona le benefician o perjudican? ¿Cuándo se inicia y se acaba la propia libertad? En fin, ¿ejercemos responsablemente nuestra libertad?
De veras no se pretende dar respuestas a estas interrogantes, cada cual debe asumir las respuestas según propio grado de madurez y conforme a las normas sociales que les rigen. Lo concreto es que la libertad individual esta sujeta a los cánones de comportamiento social y colectivo. No puede cada cual hacer o decir lo que quiera, sino es en función de lo social y colectivamente aceptado. Esto es válido para cada una de las acciones humanas, las que tendrán aprobación y rechazo del colectivo según sean las normas que rijan a una sociedad determinada. Este es otro aspecto a considerar: no todas las sociedades humanas se rigen por las mismas normas, de manera tal que una persona puede actuar correcta o incorrectamente, según el modelo social en el cual esté inserta.
Existen algunas situaciones mínimas a considerar en el ejercicio de la libertad humana.
Primero: en toda sociedad moderna, la estructura social debe asegurar a cada persona la posibilidad de ejercer sus derechos cívicos básicos, como el derecho a expresión, a movilizarse por el territorio nacional, el derecho a la legítima defensa legal, etc. Sin estos derechos, no existe la más mínima libertad.
Segundo: la libertad no es sinónimo de libertinaje. Cada cual debe conocer sus más mínimas obligaciones sociales. Este es el punto de partida para el sano ejercicio de la libertad individual. No es posible que se quiera hacer o decir lo que se quiera en nombre de la libertad. Ella pasa necesariamente por un alto sentido de responsabilidad en los dichos y acciones, de manera que no se pisotee la libertad de los demás. Cuando existe plena responsabilidad de los actos realizados y de los deberes establecidos, mayor es el grado de libertad individual.
La libertad no es la caricatura de un hombre corriendo en cámara lenta por una playa paradisíaca. Esa es una imagen, que puede o no coincidir con la real libertad. La verdadera libertad está dada por un espíritu abierto, pletórico de valores morales que son un aporte al resto de la sociedad. La libertad se construye en un espíritu crítico constructivo, en el cual los derechos individuales se conjugan con los derechos colectivos, a partir del cumplimiento de los deberes y obligaciones que la sociedad exige. Quien no es capaz de cumplir con los deberes sociales será siempre un esclavo de sí mismo, atendiendo al espíritu gregario del ser humano. Distinto sería si alguien viviera solo en una isla abandonada: allí solamente respondería a sí mismo y no cabría el ético deber de cumplir con lo que la sociedad exige.
La ansiada libertad también podemos lograrla dejando que nuestro intelecto y nuestro espíritu vuelen sin ataduras, pero dentro de las mínimas normas que la moral y las buenas costumbres nos exigen. Cuando ello no ocurre, en vez de ejercer nuestra libertad, estaremos transitando caminos de libertinaje y dañando seriamente la libertad de otros. Alguien dijo: “mi libertad termina donde comienza la libertad de los demás”.
Luis Espinoza Olivares.

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