Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 09 Jul 2009
En el marco del desarrollo del pensamiento, el aprendizajes y competencias de calidad en la educación de las nuevas generaciones, hoy por hoy, se acumulan múltiples y diversos enfoques, investigaciones y opiniones que abren infinidad de modos de comprender, entender y aplicar modelos y métodos de enseñanza los que resultan diversos y complejos al minuto de enfrentarse con el mundo real y concreto del hogar, la familia y la escuela. Por tanto, hoy me quiero referir a los procesos de enseñanza aprendizaje que evidenciamos los maestros en la realidad cotidiana de nuestras salones de clase, intentando omitir juicios valóricos y consciente de la amplia gama de maneras de trasferir estos conocimientos a los jóvenes estudiantes para así lograr una internalización de lo aprendido de forma efectiva, múltiple y variada.
Al momento de comprobar lo efectivamente aprendido por nuestros educandos, nos enfrentamos a una tarea dificultosa, el cómo evaluar los aprendizajes: Debemos consignar el qué aprendieron, cómo aprendieron y si este nuevo conocimiento generará un permanencia temporal que le ofrezca al individuo una estrategia para resolver problemas que la vida cotidiana le proponga en el futuro. Me pregunto, modestamente, lograremos, todos los docentes de aula, aunar criterios sobre el qué enseñar, cómo enseñar y de qué manera evaluar el Proceso Sistemático de adquisición de nuevos conocimientos. Más aún, aquellas enseñanzas que seleccionamos como Objetivos Fundamentales y Contenidos mínimos serán eficaces en relación al entorno socio-cultural y las necesidades perentorias de cada individuo? ¿Estamos dando respuestas certeras sobre los complejos cuestionamientos de una persona que quiere aprender? ¿Somos los docentes de aula profesionales calificados para ejercer la noble pero intrincada tarea de ser promotores y facilitadores en un proceso sistémico de resguardo de la cultura que heredaremos a quienes nos reemplazarán en la vida social del próximo tiempo?
En el andar vertiginoso de este nuevo siglo, creo por menor, evidenciar estos cuestionamientos. Repensar nuestro quehacer profesional en las salas de clases, practicar una motivación que produzca el encantamiento de los alumnos, proponer hipótesis y diagnósticos acertados, seleccionar los mejores contenidos, idear estrategias de transferencia, actividades y metodologías modernas y eficaces, evaluar con modelos validados y técnicamente estructurados y en definitiva, propender a la promoción humana, a formar mejores personas y ciudadanos.
Quienes desempeñamos actividad docente en la sala de clase debemos comprender el valor meridiano de nuestro desempeño profesional. La comunidad educativa reconocer el esfuerzo y dedicación de los profesores de aula, como así también, el conjunto de la sociedad, estimar los mejores esfuerzos dedicados a la formación escolar que ejecutan los Profesores de Sala.
Marcelo Sepúlveda Oses
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