UNA OPINIÓN / EL VALOR DE LA PRUDENCIA
Enviado por Luis Espinoza Olivares el 29 Nov 2008
El valor de la Prudencia. Aparentemente, esta frase pareciera algo extemporáneo en nuestra sociedad tan convulsionada y acelerada, en la cual además todo es casi desechable, hasta las personas. Sí, tal como lo leyó. Se vive tan brutalmente acelerados que todo pasa a tener un valor relativo, las amistades, los compañeros de trabajo, los vecinos, todos.
Es hora de poner un freno a tan desproporcionada actitud “moderna” o “post moderna”. Ya es hora de volver a la búsqueda del equilibrio personal, de la templanza en el decir y en el actuar, es tiempo de restituir la capacidad de asombro frente a las pequeñas cosas, restaurar nuestra admiración ante la naturaleza, recuperar el respeto y el temor por Dios.
Hoy el modelo o prototipo de ser humano es un ente “seguro de sí mismo”, autosuficiente, “pagado de sí mismo”. Pero basta que un pequeño dolor lo inunde, para que se desmorone y pierda tal seguridad. Es necesario buscar la paz y la libertad interior, pintar los sueños pequeños que hacen más llevadera nuestra vida, valorar la vida en toda su extensión, constituyen fortalezas que nos darán el necesario consuelo en los momentos de dificultad.
Y ante todo este panorama, es preciso también recuperar una dimensión humana que hace más llevadera nuestra interrelación y nuestra vida en Comunidad: la Prudencia. En las pequeñas y grandes cosas, en las actitudes más insignificantes.
Lamentablemente, hemos perdido la prudencia. No sabemos tener el señorío para guardar la compostura en la convivencia social. No sabemos cuando comenzamos a ser imprudentes, pero los chilenos lo somos. Hablamos sin pensar en lo que decimos, herimos con cada palabra que pronunciamos, no nos importa hacer comentarios malintencionados, dañamos con opiniones fuera de tono, en fin, no controlamos la lengua y pasamos dando disculpas después que hemos cometido los errores.
Es cosa de encender el televisor para escuchar a grandes personalidades (y también a personajes anónimos) referirse a otras personas con absoluto desparpajo, descalificando sin piedad y vertiendo comentarios negativos, acerbos y llenos de desidia. Pero no hay que ir tan lejos: a nuestro alrededor viven y pululan centenares de “personas” que se caracterizan por tener cero prudencia: enredosos, copuchentos, insidiosos, calumniadores, “peladores”, “malalengua”.
Son los típicos personajes que asisten a una reunión cualquiera y durante su desarrollo no opinan, no hablan, no aportan. Pero a la salida dan rienda suelta a todo su veneno, desahogan toda su frustración personal y amargura haciendo objeto de sus insanos comentarios a otras personas que han aportado positivamente a la construcción de una armónica convivencia.
Con esta actitud, tales personajes tan oscuros han ido destruyendo la convivencia en los barrios, en los Colegios, en las Instituciones, en el país. Son especialistas en el deporte de la “copucha”, son personajes negros, oscuros, frustrados, amargados, fracasados, que quieren que los demás también lo sean. No trepidan en criticar todo, sin fundamento. Lamentablemente, estos “humanoides” se han ido multiplicando y se reparten sin piedad por todas partes. Es cosa que Ud. ponga atención en su alrededor: allí los encontrará, en el Club Deportivo, en la Junta de Vecinos, en la reunión de Apoderados, en el trabajo, en el barrio y hasta en la familia.
Aún es hora de revertir esta situación, en aras de mejorar la convivencia nacional. No hay que seguir el juego a tales personajes, no hacer eco de sus comentarios, demostrarles con hechos que sí se puede vivir en paz y con decencia. Hay que dejar que los “deslenguados” y los “malaleche” aprendan a vivir con decencia y con pudor. Así ayudaremos a construir un mundo mejor para nuestros hijos.
Luis Espinoza Olivares
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