martes, octubre 27, 2009


 DEJEN QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 26 Octubre 2009
El contenido del texto propuesto por Jesús en su vida pública determina un acuerdo básico sobre el sentido de esta frase tan especial y sutil.  
El contenido del texto que he seleccionado como título de mi artículo de hoy, propuesto por Jesús en su vida pública, puede tener múltiples y diversas lecturas, pero a mi entender, estimado lector, creo llegar a determinar un acuerdo básico sobre el sentido de esta frase tan especial y sutil. Los niños encarnan en sí mismos pureza, ingenuidad y cariño. Quienes somos padres podemos dar crédito de las virtudes superiores dispuestas en los ojitos saltones y juguetones de nuestros infantes. Por tal motivo, nos resulta conmovedor darnos cuenta que muchos niños en el mundo sufren hambre, habiendo suficiente alimento, que los niños son explotados física, sicológica y en ocasiones sexualmente. Agredidos en sus derechos más básicos, coartados en sus libertades. Asesinados, abandonados, desprotegidos. La sociedad debiera resguardar y proteger a sus niños, ofrecerles oportunidades de crecimiento y desarrollo personal, acompañarlos en su natural proceso evolutivo generando todas las condiciones básicas para que ningún niño sufra el dolor de la pérdida, la agresión de la violencia y el duro castigo físico, ya sea por explotación o violencia innecesaria..

Repite Jesús, y pongo por referente obligado a Cristo, pues confío en su palabra, “quien no tenga un corazón de niño no entrara en el Reino de los Cielos.” Me cuestiono: ¿Seremos capaces de asumir el espíritu y convicción de santidad de un niño? Cada uno debe responderse a sí mismo desde la interioridad más profunda de su ser.

En este tiempo, en el mundo se restringe y limita la procreación humana. En China hay sanciones drásticas para quienes no cumple la ley de un hijo por familia. Es esta una situación extrema, pero veladamente ocurren otros fenómenos en nuestra sociedad occidental: Europa es una comunidad que envejece, el control de la natalidad y el aumento de las expectativas de vida de la población han producido un envejecimiento sostenido de la población con proyecciones funestas para el desarrollo y crecimiento económico de dicha sociedad.
En nuestro Chile querido del Bicentenario debemos poner atención en este fenómeno, las familias han disminuido el número de miembros. Las familias nucleares por diversas circunstancias cada día presentan menos nacimientos, uno o dos hijos promedio como máximo. También, en la actualidad, podemos considerar que somos una sociedad que envejece y por tanto debemos estar alerta. Las autoridades, las organizaciones sociales, las ONG y todos quienes construimos esta comunidad social, debemos velar por el resguardo de nuestros niños, cuidarlos y protegerlos, pues ellos construirán el futuro de nuestra nación.
Dejemos que los niños juegos felices, disfrutemos su ternura y cariño, acompañémoslos en su proceso natural de crecimiento y desarrollo, pues cuando nosotros seamos abuelos, ellos serán los trabajadores, los médicos, los profesores y los maestros. Aquellos que nos cuiden y resguarden, regalándonos cariño y ternura.
Marcelo Sepulveda Oses

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