martes, agosto 19, 2008

LA EXISTENCIA HUMANA EN UN PÉNDULO
Enviado por el profesor Marcelo Sepúlveda Oses el 18 de Agosto 2008
Toda nuestra vida humana transita en un constante y permanente péndulo, vamos de la alegría a la tristeza fácilmente, de la ira y el odio al amor más sublime. Nos emocionamos hasta las lágrimas o permanecemos indiferentes frente a los acontecimientos del diario vivir. De pronto, nos sentimos como los más desdichados, aquellos a quienes “todo sale mal”, olvidados por nuestro prójimo, desvalidos, solitarios, faltos de afecto. Ante tal constatación, es pertinente destacar que la vida misma actúa de manera polar, plagada de fluctuaciones de la más variada índole y este permanente ir y venir asigna sentido a cada nuevo día, a cualquier acción propuesta.
Al crecer y desarrollarse ponemos en práctica virtudes, talentos, habilidades, descubrimos una vocación, desempeñamos una labor, acompañamos a los otros en un proceso sistemático de educación, de traspaso de saber y nuevos conocimientos los que fortalecen a cada ser humano y por extensión a la sociedad en conjunto; pero, desde luego, siempre desde la hipótesis inicial de este artículo: Regidos, movidos por un péndulo universal el que sostiene, regula y conduce todo el quehacer humano.
Al bien oponemos el mal, a la sonrisa el llanto, a la vida la muerte, a la paz la guerra y todo va y viene; por tal razón, aseguremos los momentos de dicha para esperar el sufrimiento, que de seguro aparecerá, y que, en esta constante, dará lugar a nuevos instantes de felicidad. Todo se guarda en el corazón humano, somos nosotros mismos quienes construimos cada fortaleza o damos lugar a la derrota.
Quienes encarnan, de manera evidente, este proceso variable en nuestra condición terrestre, son los niños, ellos transitan a velocidad desde el desconsuelo al éxtasis sublime de la alegría, no guardan rencor, no acumulan venganza. Asumen cada situación en su contexto particular y se entregan a cabalidad en cualquier nueva situaciones que se les plantee. Por tal motivo, Jesús le señaló a sus apóstoles: - Disponed de un corazón de niños para entrar en el Reino de los Cielos.-
Creo pertinente aprender a dominar nuestro estado de ánimo, a fortalecer las virtudes y desechar los errores. En esta sociedad tecnológica, es perentorio humanizar cada una de nuestras acciones, respetar la libertad del otro, amar la verdad y la honestidad, ser diligentes y honrados. Cuando los anti-valores amenacen, se aproximen, reconocerlos y disponer de un caudal de buenas obras para contrarrestarlos.
Alejemos de nuestro discurso las palabras hirientes, la ofensa, la descalificación, seamos respetuosos; actuando así, el péndulo se inclinará hacia la buena convivencia y la vida apacible, desterremos el lenguaje soez y las palabras cargadas de iracundos sentimientos de rechazo. Aprendamos el valor supremo del respeto, educación y cultura para descubrir armonía y equilibrio en el péndulo de la existencia humana.

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