Enviado por Luis Espinoza Olivares 27 mayo 2016
A PESAR DE TODOS LOS CAMBIOS SOCIALES
Luis Espinoza Olivares
Según la Real
Academia de la Lengua Española, discriminar es “dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos
raciales, religiosos, políticos, de sexo, etc.
Chile es un país
discriminador. Cualquier argumento en contrario es solo una mera justificación
a un fenómeno social que viene desde tiempos remotos y que casi está incrustado
en nuestro ADN. A tal punto ha llegado este problema social, que incluso fue
necesario que los Sres. Parlamentarios dictaran la Ley N° 20.609 (o
Antidiscriminación), promulgada el 12 de Julio de 2012 y publicada en el Diario
Oficial el 24 de Julio de ese mismo año, cuerpo legal exclusivo para abordar en
nuestro país esta situación de conflicto social. Y conste que esta Ley no
solamente se refiere a la discriminación por la orientación sexual, ya que se
ha dado en llamarla “Ley Zamudio”.
Según rezan los
juristas, el objetivo central de esta Ley es “instaurar un mecanismo
judicial que permita restablecer eficazmente el imperio del derecho toda vez
que se cometa un acto de discriminación arbitraria, estableciendo un procedimiento
judicial y medidas sancionatorias en caso de comisión de un acto de ese tipo”.
Esto se conecta directamente con
el Art. 19 N°°2 de la Constitución Política de la República de Chile, el que
consagra el principio y derecho
fundamental de igualdad ante la ley, el que en su inciso segundo dispone que
“ni la ley ni autoridad alguna podrán establecer diferencias arbitrarias”. Por
ello, la ley antidiscriminación es constitucional, al castigar las
discriminaciones arbitrarias.
Se estima que una discriminación
es arbitraria cuando se funda en motivos tales como la raza o etnia, la
nacionalidad, la situación socioeconómica, el idioma, la ideología u opinión
política, la religión o creencia, la sindicación o participación en
organizaciones gremiales o la falta de ellas, el sexo, la orientación sexual,
la identidad de género, el estado civil, la edad, la filiación, la apariencia
personal y la enfermedad o discapacidad.
Sin embargo, a pesar de la
protección legal a los ciudadanos que puedan ser afectados, en Chile aún se
sigue discriminando soterradamente en acciones que no alcanzan a ser
constitutivas de delito, pero que sí van en desmedro de la tranquilidad y la paz
de los afectados. Vamos al grano: los
poderosos discriminan a los más débiles; los pobres discriminan a los ricos;
los jóvenes discriminan a los viejos; los jefes discriminan a sus empleados y
viceversa. Los políticos de un sector discriminan a los del bando contrario.
En el diario acontecer, se discrimina al “chico”, al “guatón”, al “cojo”, al
“cabezón”, al “cuatrojos”, al “curco”, al “cola”, al “tonto”…
Para qué seguir. Lo que sucede es
que con nuestro particular enfoque de ver las cosas, muchas veces las diferentes formas de discriminación son abordadas como
simples bromas. No olvidemos que siempre hemos tenido doble estándar y que
además nos caracterizamos mayoritariamente por tener comportamientos
hipócritas. Y eso lo aprendemos desde niños…
La mejor
forma de erradicar la discriminación es educar a niños y jóvenes en el hogar y
en el Colegio, para que aprendan a convivir en un medio en el cual -sobre la
base del respeto mutuo en nuestra sociedad- tienen cabida todas las opiniones y
formas de vida, todas las expresiones diversas, siempre y cuando no se
sobrepase el esencial respeto a la moral y las buenas costumbres, tan
necesario para mantener nuestro equilibrio social.
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