Enviado por Luis Espinoza Olivares 22 abril 2016
El Siglo 21 ya está rodando con su
vertiginoso ritmo. Todo gira a gran velocidad: lo que hace dos años era
novedoso, ya no lo es. Y lo que impacta durante este año, ya no será novedad en
el próximo. Así es el actual modo de vida. Ello, porque el desarrollo de la Ciencia
y la Tecnología es tan veloz, que lo novedoso e impactante pierde rápidamente
su encanto y pasa a ser rutina. Así ocurrió con los Computadores, la Internet,
los teléfonos celulares, la tecnología televisiva, etc. Rápidamente lo nuevo
pasa a ser desechable.
Lamentablemente, este modelo de vida (nacido
del acelerado progreso tecnológico) se está trasladando a la convivencia humana
y social. Tan rápido se vive, que no queda tiempo para la familia y para los
amigos. Hoy, el recurso tiempo tiene tanto o más valor que el dinero, porque
para producir dinero se necesita tiempo.
Más allá de este juego de palabras, lo que
interesa es que con el intenso ritmo de vida hay muchas personas que están
resultando damnificadas: poco tiempo se dedica a los ancianos (los grandes
olvidados), a los enfermos, a los recluidos, a los minusválidos, incluso a los
niños. Ello, porque desafortunadamente las personas que no encajan en el modelo
actual de vida también están siendo consideradas desechables.
Por ello, se hace muy conveniente hacer la
pausa, reflexionar, recapacitar, pensar en los demás, en aquellos que
silenciosamente están allí, esperando una mano amiga, una palabra de aliento,
una sonrisa. Es recomendable pensar en el sentido de nuestra vida, en qué
objetivo debemos cumplir mientras estemos sobre la tierra, con la posibilidad
de tener salud, trabajo y familia. Afortunadamente, quienes tenemos todo esto
(y mucho más) debemos dar gracias a Dios por tantos dones recibidos. Y la mejor
forma de agradecer es dispensando un tiempo a todas aquellas personas que están
solas, enfermas, sin trabajo, frustradas o en estado de abandono.
Demos una parte de nosotros, pero
calladamente (que nuestra mano izquierda no sepa lo que hace la mano derecha),
con entusiasmo, alegría y cariño. Hagamos con los demás lo que nos gustaría que
hicieran con nosotros, sobre todo pensando en la inevitable edad de la vejez
que nos corresponderá vivir. Es el imparable ciclo de la vida, que -para
hacerlo grato- debemos transitarlo con optimismo, comprensión y esperanza.
Luis Espinoza Olivares
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