lunes, diciembre 15, 2008


LAS NAVIDADES DE MAMÁ
Enviado por Alejandra Gallero Urizar el 14 Nov 2008
Cuando llegué a la casa nueva tenía diminutos 4 años. En el amplio patio trasero crecían los yuyos florecidos a una altura que, desde mi distancia, parecían llegar hasta el cielo. Mi gran entretención era penetrar entre la maraña de plantas hasta desaparecer. Todavía vive en mí el olor de los yuyos florecidos y la alegría infantil de esconderme entre ellos.
No transcurrió demasiado tiempo antes de que aquel patio se transformara en un gran jardín que todos los visitantes admiraban, Pero, los yuyos de mi niñez, habían desaparecido.
Nuestra casa fue la primera que se construyó en aquel sector, por lo que estábamos rodeados de sitios eriazos en algunos de los cuales vivían, en precarias habitaciones, cuidadores contratados por los dueños de los sitios. Los niños de esas familias fueron mis compañeros de juegos.
Cuando se acercaba la Navidad mamá recolectaba cuanto juguete se hallara disperso por la casa, los remendaba y les daba casi un toque de magia hasta transformarlos en juguetes nuevos. Durante la tarde del 24 de diciembre, en el patio trasero de nuestra casa se celebraba la Navidad con todos los niños del sector. Eran fiestas donde reinaba un ambiente de serena alegría. Fueron las celebraciones más hermosas de mi vida.
Lamentablemente el tiempo cambió los sitios eriazos por casas y a nuestros amigos cuidadores por vecinos con los que ningún nexo nos ligaba. Se competía silenciosamente por quien ponía el árbol de navidad más grande e iluminado. El nuestro nunca tuvo los méritos para entrar en competencia. Por eso, mi hermana y yo, solíamos ir hasta una casa cercana y, desde afuera contemplábamos aquel árbol inmenso, decorado con muchas guirnaldas y colgantes. Tiempo después nos enteramos de los dramas que se vivían dentro de esa casa y concluimos que el maravilloso árbol carecía totalmente de significado.
Hoy la locura que despiertan estas fiestas lanzan a las calles a millones de personas que, en un ambiente saturado de smog y altas temperaturas, los convierten (en algunos casos) en desesperados y agresivos compradores. No dudan en empujar a la señora que está delante de ellos para lograr una atención más rápida. Y ¿el espíritu navideño, donde quedó? Para mi se quedó en mi infancia y en las deliciosas navidades de mamá.
Alejandra Gallero U.
parralina@yahoo.com

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