jueves, abril 28, 2011

CHILE, UN PAISAJE DIVERSO

Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 21 Abril 2011
muevomono

Chile, su gente y el paisaje. Nuestra nacionalidad se objetiva sobre la base de demarcar fronteras, de señalar límites territoriales. Podemos estar de acuerdo o en oposición a este concepto, pero los países asumen soberanía en determinado espacio y la normativa internacional vigente valida tal acto. Nuestro territorio está dividido en regiones, aunque dependemos de un sistema centralizado hegemónico. Grandes urbes superpobladas, ciudades pequeñas con tremendas necesidades materiales, de infraestructura, fuentes laborales, acceso a servicios, uso del tiempo de ocio, entre muchas otras.

Más allá de la frontera territorial, Chile encarna un paisaje múltiple, desde el árido desierto hasta el frío extremo del sur austral. Varía el clima desde la eterna primavera en Arica hasta la cerrazón de la nevada en la Patagonia y la Antártica virginal. Aquí, en el centro de la patria, un clima templado germina la semilla, asolean las uvas maduras para fermentar un buen vino.

Si algo nos caracteriza e identifica en el concierto planetario, es el paisaje vegetal de plantas, arbustos y árboles: milenarios alerces y araucarias, humilde copihue flor nacional, roble fiero, maitén, canelo y espino. Manzanilla curativa, albahaca, poleo, ajenjo, menta o ruda, todas sembradas por las manos generosas de la madre naturaleza.

El paisaje lo construimos todos o a si mismo, todos lo dañamos y destruimos. El bosque nativo fue talado, muchas especies animales perseguidas hasta la extinción, horadamos el suelo, la mano del hombre interviene la tierra madre que nunca volverá a ser igual.

Pero, a pesar de todo, nuestro paisaje continúa siendo una invitación al relajo y el descanso, “un paraíso en la tierra”. En el norte, destaca el cielo más limpio de todo lugar, una oportunidad única y exclusiva de admirar el espacio e investigar senderos incógnitos en la galaxia y más allá. Tremendos observatorios astronómicos habitan bajo un cielo estrellado casi todos los días del año. A También, la tierra esconde los minerales que el ser humano busca con ímpetu e interés. El cobre (mineral subalterno) da vida a nuestra economía, como lo fue el salitre a principio del siglo XIX o el carbón de Lota. Alpacas, llamas y guanacos vigilan la faena, el huemul se esconde sabiéndose perseguido, aves anidan cerca del altiplano antes de besar minúsculas nubecitas viajeras. El desierto florido sorprende en un sinfín de colores y tonalidades.

Al llegar al punto medio, en esta casi línea recta esbelta y juguetona de nuestra geografía, limoneros y paltas alimentan nuestro paladar. Dando unos trancos al sur, maíz, trigo, arroz y remolacha inundan el campo sembrado madurando con mesura entre los rayos del sol y el agua cristalina que vierte una cordillera, novia de blanco radiante cuando septiembre invita a bailar a la niña primavera.

En Chiloé, la papa, ama y señora de la cocina criolla arma la fiesta, acompaña las carnes en el asado de cordero o cabrito digno de una fiesta. En los canales del sur buscaremos la centolla, los mariscos más genuinos, deleite del paladar.

El mar que intranquilo nos baña, miles de kilómetros de costa, arenas blancas, mar profundo de verde esmeralda, allí el viajero encuentra placer al dormirse en la arena o disfrutar nadando o practicando diversos deportes acuáticos.

No podemos dejar de mencionar nuestra Isla de Pascua con tradiciones milenarias, una cultura genuina en el centro del Océano, debemos mencionar, también, las ciudades y puntos más australes Punta Arenas, El cabo de Hornos o el Golfo de Penas.

Chile, posee sitios y paisajes dignos de conocer y reconocer.

Marcelo Sepúlveda Oses

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