lunes, marzo 29, 2010

EL TIEMPO NO SE DETIENE
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 29 Marzo 2010
Los de hoy ya no somos los mismos” Los días transcurren sin demora, cada día posee un afán particular, pero debemos confesar que aquel 27 de febrero pasado grabó a fuego en nuestra memoria una experiencia vital y extraordinaria.

Después del terremoto ya no somos los mismos, sufrimos miedo, temor y angustia, todo quehacer, cualquiera sea, involucra poner atención en las réplicas constantes o la posibilidad de un sismo mayor, resguardar a los miembros de la familia, conocer zonas de seguridad y evacuación, disponer de servicios básicos.

Frente a tal realidad innegable, debemos aprovechar cada segundo de existencia, intentar plasmar alguna huella, heredar recuerdos, intervenir este planeta sin dañarlo, ayudar a mejorar este mundo para que los hijos y nietos tengan donde habitar.

Cada día posee un nuevo afán, somos una raza depredadora que contamina, destruye e invade cada territorio. Si consideramos que no podemos detener el tiempo y la muerte se nos presenta cada día más cercana, intentemos ser buenas gentes, buenas personas, legar a los viajeros que nos sucederán recuerdos gratos de un mundo feliz. Si acumulamos verdades y certezas posibles, si el aire se puede respirar y el agua beber, los otros, aquellos seres nonatos, descubrirán sentido en una vida que vale la pena vivir.

Cuando asumimos que el tiempo no se detiene reconocemos que nos falta tiempo, tiempo para amar, servir y comprender; no para contaminar, declarar la guerra, ofender, destruir y atacar a los otros.

En este poco tiempo que me obsequia la existencia humana quiero plasmar palabras luminosas, palabras delicadas, palabras amables que nos conduzcan entre armonía y humildad.

Amigas y amigos, aprovechemos este tiempo, no dejemos las tareas inmediatas para después, regalemos palabras cantarinas llenas de armonía y equilibrio para cada semejante, intentemos ser felices, si todos, reunidos en una gran comunidad de hermanos, intentamos buscar la perfección, daremos sentido supremo a nuestros actos independientemente de su valor convencional.

Los días, los meses, los minutos y los segundos nos persiguen, vamos tan rápido en nuestro accionar cotidiano que no disponemos de tiempo para mirar la luna llena de esta noche, para disfrutar del aroma de la tierra mojada con la primera lluvia, del nacimiento de un bebé o el azul profundo del cielo despejado.

Ocupemos acertadamente nuestro tiempo, demos crédito a los otros, no siempre tenemos la verdad absoluta, nos equivocamos, pero para tal caso, existe el arrepentimiento e intentarlo de nuevo.

Disfrutemos este tiempo presente, los días y cada segundo, sólo así tendrá sentido el amanecer de cada día.

Marcelo Sepulveda Oses

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