Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 07 noviembre 2016
Defender la vida en nuestro planeta
es una tarea prioritaria para hombres y mujeres de bien regido por el concepto
fundamental del respeto por el otro sin distinción de ninguna especie: raza,
color de piel, situación socio-económica, religión, militancia política, entre
tantos otros. También así, por todos aquellos otros seres de la creación que
requieren un espacio y hábitat digno y de respeto, nos referimos al reino
animal en su conjunto; como también así, al reino vegetal, soporte de la
existencia humana y animal.
Cuando deseamos entender la vida nos
encontramos con la definición del diccionario que nos plantea: Espacio de
tiempo que transcurre en el ser vivo desde el nacimiento hasta la muerte.
Ahora, al considerar nuestra vida en el concierto del inmenso universo, aquel
lapso de tiempo es reducido y breve, por tal, debemos aprovechar esta
circunstancia para crecer, desarrollarnos y reproducirnos, pues de este modo,
aseguramos la existencia humana sobre el planeta tierra.
Hoy, en el mundo contemporáneo, la
guerra, delincuencia, terrorismo y agresión al otro generan espacios de muerte
por doquier, sufren niños, jóvenes, adultos y ancianos sin exclusión y
repartidos por todas partes de nuestro mundo; por consiguiente, debemos
atesorar valores positivos que decidan respetar la vida en todas sus formas.
Si cuidamos y protegemos el planeta
tierra, aseguramos la vida, si admiramos con deleite las maravillas de este
edén y Paraíso creado por la mano poderosa del Señor Dios, para quienes somos
cristianos, o por una Entidad Superior para quienes no profesan una religión,
podremos admirar la perfección del mundo creado en relación a todos sus reinos:
Animal, vegetal y mineral: Aquella cordillera que nos escolta el sol al amanecer
de cada día, el océano intranquilo, una extensión casi infinita de agua salada,
mientras reposamos en la arena allí donde rompen las olas o respetar al alerce,
araucarias, olivos y robles que alcanzan milenios en su longeva existencia.
Respirar quieto y leve en el viento sur que transporta las nubes o guarecernos
del temporal cuando el viento norte anuncia aguacero y lluvia torrencial.
Todos, sin excepción, tenemos
derecho a la vida, aunque esto implica una serie de condicionantes: Poseer un
techo que nos cobije, derecho al agua y el alimento, oportunidades de educación
regular para formar nuestra personalidad y adquirir conocimientos fundamentales
que promuevan nuestra vida adulta, derecho al esparcimiento y tiempo de ocio,
conocer y disfrutar nuestro territorio, acceso a la cultura y arte, práctica
religiosa, política y social, entre muchas otras.
Nuestra Aldea Global se enfrenta a
una crisis sin precedentes, el calentamiento global nos amenaza y por ende,
debemos defender su existencia, pues es la única forma de sustentar la vida, de
proyectar a la raza humana en el tiempo, espacio desconocido y rango arbitrario
dado por el mismo ser humano para establecer una medida de nuestra existencia.
Un pequeño esfuerzo de cada uno puede sumar un cambio global inmejorable para
nuestro mundo, cada quien debe aportar su grano de mostaza para crear un gran
árbol sólido y robusto.
Ofrezcamos a nuestros niños y
jóvenes herramientas de vida, condiciones de relaciones interpersonales que
promuevan el amor por el otro y el respeto a la existencia de todo ser vivo.
Son ellos, la nueva generación quienes deberán enfrentar los conflictos de la
interacción humana con otros y con el medio ambiente donde habitamos.
Paliar el hambre en nuestro planeta,
ser solidarios con aquel desposeído, mitigar la violencia de todo tipo,
convivir en armonía y paz, elegir la concordia, proteger los recursos naturales
no renovables, amar el sol como Astro Padre, admirar la luna y las estrellas,
escuchar el silencio de la noche, dormir plácidamente para recuperar nuestras
fuerzas, ser dedicado en la tarea, faena o quehacer que nos corresponda
desempeñar, privilegiar los momentos de encuentro y comunión con otros y
nuestro hábitat, ser feliz en la alegría de la risa como remedio infalible para
curar todo mal y mirar al alto cielo como una opción vital de trascendencia.
Marcelo Sepúlveda Oses
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