LA VERDAD Y EL MITO DE LA VIDA DE GEORGE SAND
Enviado por Alejandra Gallero Urizar el 01 Jul 2009
Aurore Amandine Lucile Dupin, célebre en todo el mundo bajo el seudónimo de George Sand, nació el 1 de julio de 1804 en París, aunque gran parte de su vida transcurrió en Nohant. Hija de una pareja que se había casado el mes anterior; su padre Maurice Dupin, militar con el grado de capitán en los ejércitos napoleónicos, y su madre Sophie-Victoire Delaborde –hija de un vendedor ambulante de pájaros-, una muchacha de vida un tanto aventurera, madre soltera de otra relación y la amante del general del regimiento en el que se hallaba Dupin. Ambos se enamoraron y pese a la oposición de la madre de Maurice, la exquisita dama Aurore Dupin de Francueil, contrajeron matrimonio en secreto, pero el nacimiento de su hija pondría su relación en evidencia. A pesar del rechazo inicial de la abuela, el tiempo y el cariño logró unir a Aurore Dupin con la niña en un lazo indisoluble.
Si George Sand hubiese sido una escritora del presente siglo, su vida no habría pasado más allá de ser considerada como un tanto compleja, pero nació en 1804 y la sociedad no podía aceptar que fuese diferente. Contrajo matrimonio con el barón Casimir Dudevant (1822), de quien tuvo dos hijos. Su vida matrimonial estuvo plagada de malos tratos e infidelidades, por lo que en 1830 decidió separarse. En 1831 se instaló en París. Fue amante del novelista J. Sandeau, con quien escribió bajo el seudónimo común de Jules Sand, la novela Rose y Blanche (1831).
En 1832, ya con el seudónimo de George Sand, publicó Indiana y Valentine y al año siguiente obtuvo un gran éxito con la novela Lélia. Tras la ruptura con Sandeau, inició sus relaciones con A. de Musset (1833-1834). A este período corresponden sus novelas Jacques (1834), André (1835) y Mauprat (1837). De regreso a Nohant, Michel de Bourges le hizo interesarse por la política; trató a Liszt y a Lamennais y se hizo discípula entusiasta del socialista P. Leroux.
Su larga relación con Chopin, iniciada en 1838, uno de cuyos episodios transcurre en la estancia la cartuja de Valldemosa (1838-1839), y que la escritora evoca en Un invierno en Mallorca (1842). A esta época, marcada por sus ideales sociales y humanitarios, pertenecen sus novelas Spiridion (1839), El «compagnon» de la vuelta a Francia (1841) -la primera novela francesa que tiene por protagonista a un obrero-, Horace (1842), Consuelo (1843), La condesa de Rudolstadt (1844), El molinero de Angibault (1845) y El pecado de Monsieur Antoine (1846).
Al producirse la revolución de 1848, acudió a París y participó de forma activa en los acontecimientos; más tarde regresó a Nohant, donde residió casi en forma permanente hasta su muerte y desde donde protegió a escritores jóvenes, como G. Flaubert. Completó una serie de novelas sobre la vida campesina, que había iniciado con El pantano del diablo (1846): François le Champi (1848), La pequeña Fadette (1849) y Los maestros campaneros (1853).
La escritora, a pesar de ser hija de un padre de alcurnia y de una madre proveniente de la clase obrera, sentía que la sangre de su progenitora era más poderosa. Siempre puso su pluma al servicio de la defensa de los intereses de los más desposeídos y de los trabajadores.
Junto con usar un seudónimo masculino, vestía como tal: “Cuando yo era joven a tu padre se le ocurrió que me vistiera como un muchacho. Mi hermana hizo lo mismo, y así íbamos a todos lados a pie, con nuestros maridos, al teatro. Significó una gran economía en nuestros hogares”.“La idea al principio me pareció divertida y después muy inteligente. Como ya había estado vestida de varón en mi infancia y había salido a cazar con blusa y polainas no me resultó nada difícil volver a una vestimenta que no era nueva para mí. En ese entonces la moda ayudaba bastante. Los hombres vestían unas largas chaquetas rectas, que caían hasta los talones.(...) De modo que me hice hacer una chaqueta de grueso paño gris, con el pantalón y el chaleco iguales. Con un sombrero gris y una gruesa corbata de lana parecía un estudiante de primer año. No puedo expresar el placer que me produjeron mis botas, hubiera querido dormir con ellas (...). Con esos pequeños tacos herrados me sentía firme sobre el piso. Recorría París de punta a punta. Me veía capaz de dar la vuelta al mundo. Salía con cualquier tiempo, volvía a cualquier hora, iba a la platea a los teatros. Nadie me miraba ni desconfiaba de mi disfraz. (...) Pese a que en este extraño modo de vida no había nada de lo que yo pudiera avergonzarme, lo adopté teniendo clara conciencia de las consecuencias que podía tener sobre mi reputación y las condiciones de mi vida.(...) Sin embargo, parecía que el destino me empujaba. Lo sentía imbatible y estaba decidida a que así fuese; no un grandioso porvenir, era demasiado independiente en medio de mi fantasía para alimentar cualquier tipo de aspiración, sino tan sólo un destino de libertad espiritual y aislamiento poético, en una sociedad a la que no pedía más que olvido y condescendencia para que me permitiera ganar mi pan cotidiano sin esclavitud.” (Tomado de George Sand: Historia de mi vida, Parsifal, Barcelona,1990).
La historia de esta escritora que enfrentó con valentía a una sociedad crítica, que vivió adelantada a su tiempo, pero a plenitud, bien vale conocerla en más detalle. Sin embargo, este espacio sólo me permite mostrar pinceladas de lo que fue su existencia. No obstante, espero que esta pequeña reseña despierte el interés de los lectores para conocer más de esta mujer y su obra.
Alejandra Gallero U.
parralina@yahoo.com
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