Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 01 Jun 2009
Como cada otoño, los árboles han perdido sus hojas, aquellas que el viento envuelve y traslada de vuelta a la tierra, pero algunos de nosotros no nos dimos cuenta, miramos sin ver, total las hojas de los árboles no son tan importantes, los hombres ya no aman como amaban, pero no importa, podemos vivir sin amar, piensan algunos, somos menos tolerantes y solidarios, a quién le interesan los otros, eso algo pasado de moda.
Este siglo XXI nos encontró de improviso y sin aviso, vivimos apresurados en el tráfico, comprometidos en una y otra faena, sin tiempo y más distantes y solitarios. El televisor encendido inundó los hogares. Aquellos cuentos narrados alrededor de la estufa al caer la tarde, que nos reunían para descubrir mundos imaginarios imposibles, ya no se escuchan. Entonces me cuestiono ¿Qué nos pasó? Pasamos sin intermedio al mundo de las comunicaciones, plagamos nuestra vida de elementos electrónicos que adquirimos para que en unos meses estén obsoletos. Llamamos a este tiempo el mundo del conocimiento, pero estamos incomunicados. Algo nos falta, algo añora nuestro espíritu, algo desconocidos para las nuevas generaciones. Nos hace falta conversar, comunicarnos, dialogar y producir encuentro, nos hace falta preocuparnos del vecino, coleccionar amigos, jugar a ser reinas o príncipes de cuento.
Viajamos a velocidad, por que la prisa nos apura, descuidamos la vida, la ponemos en peligro, la propia y la de los otros. Como ejemplo, recordemos a aquellos jóvenes fallecidos hace un par de semanas, de vuelta de un “carrete,” sin medir las consecuencia, imprudentes y bebidos encontraron una muerte trágica y sin sentido. Falta consciencia, apego a esta vida, que puede parecer arrolladora, pero aún vale la pena vivirla. No menos preciemos este regalo caído del cielo. Nuestra existencia es un obsequio, disfrutemos con prudencia y responsabilidad esta maravillosa oportunidad.
Enseñemos a los niños y jóvenes a valorar cada segundo, a reconocer lo espectacular y mágico en un minuto más de vida, porque la muerte conlleva tristeza y dolor, recuerdo y desesperanza. No ocupemos las carreteras y autopistas para correr desenfrenadamente, “si bebe no conduzca” advertía una publicidad antigua, hoy los medios de comunicación nos invitan a “prestar las llaves si estás bebido” o simplemente no conducir.
Así, el próximo otoño, podremos darnos cuenta que en los árboles faltan las hojas, que el amor continúa siendo la mejor comunicación entre los seres humanos, que podemos entendernos, que aunque los elementos tecnológicos invadan nuestra existencia cotidiana, siempre tendremos tiempo para compartir en familia los momentos gratos y aquellos no tan felices. Allí aprenderemos que el alcohol y las drogas no son buenos amigos, sino más bien pésimos consejeros y motivo de tremendo daños y conflictos sociales.
Màrcelo Sepulveda Oses
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