Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 23 Mar 2009
Permítanme, hoy, dejar fluir la pluma guiada por los sentimientos propios y particulares, esos que vivimos cada día, momentos tristes o alegres en un péndulo permanente. Mientras, la tristeza, el dolor y la pena, en ocasiones, la relacionamos con la enfermedad o la tragedia de la muerte, añoramos, también, la alegría de la felicidad en el regazo del bienestar, del trabajo, el amor incondicional de los niños, la emoción del éxito, el deleite del descanso o la quietud en el tiempo de ocio. Vivimos ocupados del día a día, del presente, el cual a veces, nos enfrasca en discusiones y riñas cotidianas que hacen más difícil la convivencia, nubes oscuras escondiendo la plenitud de una luna llena y radiante dueña de la luz y compañía en la oscuridad de la noche.
A propósito de la visita de la hermana muerte, asumimos la certeza de prepararnos con antelación, cuidar el espíritu, reconciliarnos con los hermanos, pedir perdón por las faltas y pecados. “Estar preparados”, comentan algunos, estar listos y dispuestos para el viaje definitivos, el viaje sin retorno. Este pasado fin de semana, acompañamos a mi Tía Clara Luz Sepúlveda Maureria después de su fallecimiento el día jueves 19 de marzo. Una mujer de 92 años, una mujer anónima en el concierto de las grandes noticias, sin hijos, pero que ayudó a educar a muchos sobrinos, que repartió consejos certeros y no dudó en levantar la voz para corregir. Así, quiero recordarla, cariñosa, de un tremendo carácter, informada y de gustos exquisitos.
En este instante, recuerdo la actuación de un gran humorista de nuestra tierra, él definió las preocupaciones actuales como ciudadanos de este Chile querido: En la vida trabajamos para juntar y reunir cosas y cuando hemos reunido muchas cosas, nace otra necesidad, comprarnos una casa más grande donde guardar las cosas. El materialismo compulsivo que nos devora día tras día, bajo diferentes caretas o matices no nos permite ver lo simple de nuestra existencia. Nos regocijamos en la soberbia, en no reconocer la posibilidad cierta de equivocarnos, nos creemos infalibles, dueños y depositarios de la verdad.
El Sacerdote que concelebró la Misa de despedida de la Tía Clarita se refirió a la mujer devota, a quien conocía como fiel miembro de la Comunidad Cristiana de Copihue y nos propuso, en cierta medida, imitar alguna de sus buenas acciones: No hacer alarde de las obras de caridad, practicar la oración, colaborar con Cristo Jesús en la construcción del Reino. Una hermosa despedida para quien se lo merecía.
A través de estas páginas deseo agradecer a todos quienes nos acompañaron en los momentos de pesar y dolor, regalar consuelo a todos y cada uno de los miembros de nuestra larga familia. Tía Clarita, descansa en paz.
Marcelo Sepúlveda Oses
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