COMUNICACIÓN HUMANA EN EL NUEVO SIGLO
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 09 Mar 2009
Una habilidad exclusiva del ser humano es la comunicación, establecer intercambio de mensajes con los otros, compartir ideas, propuestas, conocimientos, entre otros. Dotado de inteligencia y capaz de producir lenguaje oral y escrito, el hombre establece vínculos sociales con sus congéneres, vive en comunidad, asume acuerdos, delimita responsabilidades, organiza el intercambio de información. Por tanto, hablar y escuchar, leer y escribir es un aprendizaje casi imprescindible y de adquisición obligatoria en nuestra sociedad.
Para algunos especialistas la comunicación y el diálogo se constituyen en un elemento meridiano al momento de convivir, sobre todo, cuando en esta época contemporánea se privilegia la competencia, un consumo compulsivo y extremo materialismo. A mi entender, generar, producir, fomentar y organizar el intercambio de experiencia personales positivas y enriquecedoras para los otros permite una convivencia armónica, en paz y respeto mutuo. Hoy por hoy, el diálogo permanente al interior del núcleo familiar ha ido perdiendo terreno. La televisión, el ordenador y otros elementos electrónicos de comunicación posibilitan el aislamiento, la atomización y el individualismo. Siempre ocupados, sin tiempo, trabajando para reunir más cosas, como islas excluyentes, tristemente solitarios, sin compañía, absolutamente solos en un planeta colapsado.
Despachamos al baúl de las cosas viejas aquella charla reposada después de la siesta, una conversación amena al momento del desayuno o en la cena cuando cae la tarde, los padres no conocen bien a sus hijos, los hijos dan prioridad a sus intereses, muchas veces mezquinos, en ocasiones ruines. Jóvenes adolescentes lejanos, extraviados en un culto violento de sí mismo sin atención en el prójimo.
Recuperemos el diálogo, pongámonos a conversar, demos atención a los otros, asignemos prioridad a una comunicación centrada en el próximo, a aprender de la experiencia de los mayores, descubrir el espacio que nos rodea, proponer nuevas e innovadoras ideas, a reposar y deshacernos de lo inmediato, vivir desde el punto de vista del intercambio de diálogos, reconocer la sabiduría en las palabras de los mayores o en la opinión de nuestro vecino de toda la vida. Aprendamos a desechar la envidia, la codicia y ambición y buscar afanosamente las palabras más dulces, los sueños más gratos para obsequiar a quienes están a mi lado quizás compartiendo un mismo techo y de quien aún no sabemos nada. El lenguaje nos hermana, dirige el avance de la ciencia, descubre nuevas filosofías, crea un mundo distinto después de cada amanecer. Deja la palabra vana, el improperio y la mentira, adorna nuestro lenguaje con palabras nobles, delicadas y cristalinas.
Marcelo Sepúlveda Oses
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