Una habilidad exclusiva del ser humano es la comunicación, establecer intercambio de mensajes con los otros, compartir ideas, propuestas, conocimientos, entre otros. Dotado de inteligencia y capaz de producir lenguaje oral y escrito, el hombre establece vínculos sociales con sus congéneres, vive en comunidad, asume acuerdos, delimita responsabilidades, organiza el intercambio de información. Por tanto, hablar y escuchar, leer y escribir es un aprendizaje casi imprescindible y de adquisición obligatoria en nuestra sociedad.
Despachamos al baúl de las cosas viejas aquella charla reposada después de la siesta, una conversación amena al momento del desayuno o en la cena cuando cae la tarde, los padres no conocen bien a sus hijos, los hijos dan prioridad a sus intereses, muchas veces mezquinos, en ocasiones ruines. Jóvenes adolescentes lejanos, extraviados en un culto violento de sí mismo sin atención en el prójimo.
Recuperemos el diálogo, pongámonos a conversar, demos atención a los otros, asignemos prioridad a una comunicación centrada en el próximo, a aprender de la experiencia de los mayores, descubrir el espacio que nos rodea, proponer nuevas e innovadoras ideas, a reposar y deshacernos de lo inmediato, vivir desde el punto de vista del intercambio de diálogos, reconocer la sabiduría en las palabras de los mayores o en la opinión de nuestro vecino de toda la vida. Aprendamos a desechar la envidia, la codicia y ambición y buscar afanosamente las palabras más dulces, los sueños más gratos para obsequiar a quienes están a mi lado quizás compartiendo un mismo techo y de quien aún no sabemos nada.
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