Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 03 Mar 2009
El próximo 8 de marzo, celebraremos el Día Internacional de la mujer, una fecha destacada en nuestros calendarios, un día de reconocimiento a todas y cada una de aquellas que en afán de la naturaleza han heredado el sexo femenino. La humanidad acostumbra a percibir las cosas como si estuvieran dadas desde siempre y asumimos, equivocadamente, como hechos normales y naturales aquellos acontecimientos cotidianos y permanentes, pero éstos se han instalado en la cultura dominante después de largos procesos históricos, muchos de ellos violentos y revolucionarios. En torno a la mujer y la celebración de su día, es perentorio señalar que es fruto de prolongadas y en ocasiones difíciles circunstancias laborales, políticas, de modos de expresión, huelgas, manifestaciones, entre muchas otras.
El origen más probable de la Celebración del Día de la Mujer se remonta al principio del siglo XX y podemos destacar tres hechos puntuales que lo proponen e instalan en el concierto mundial: Desarrollar propaganda a favor del voto femenino, defender los derechos laborales de las mujeres y manifestarse contra la guerra.
La mujer, poco a poco, no sin esfuerzo, dedicación y empeño, con sacrificio (en ocasiones ofreciendo su vida) lucha por acceder a la igualdad de derechos ante la ley, reconocimiento de su dignidad, respeto ante su condición humana particular y el deber de los Estados en defender su integridad.
A partir de la década de 1920, el 8 de marzo logra imponerse como un día de celebración internacional, paulatinamente, este día es reconocido por los Gobiernos, Estados e Instituciones no Gubernamentales. Las mujeres se expresan, exigen derecho a voto, protección social, resguardo ante la agresión sexual.
Nuestras mujeres protegen la sobrevivencia de la especie a través de la maternidad, cobijan el seno de la familia, sostienen los cimientos de la vida en comunidad. Quisiéramos que cualquier atentado contra la mujer fuese sancionado por la ley, que el femicidio, delito al cual nos hemos acostumbrado, fuera erradicado definitivamente.
Madre, esposa, hija, abuela, tía están allí para recordarnos la maravilla de la creación, son quienes merecen delicadeza, sutil cariño y atención. Los grandes poetas de la historia, casi sin excepción, han dedicado sus mejores versos al amor de una mujer, al cariño no correspondido, a la pasión desbocada, al sacrificio y dedicación extrema. Quiero dar las gracias a todas las mujeres, felicitarlas en su día, reconocer la magia que produce su imagen, el valor de la femineidad: “Cuando miro tus ojos, el universo se detiene en tu mirar, tus besos me besan y el canto posee aroma a mujer.”
Marcelo Sepulveda Oses
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