lunes, diciembre 28, 2009



 SANTOS INOCENTES
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 28 Diciembre 2009
Ayer, el santoral católico celebró el día de los Santos Inocentes, una fecha religiosa destacada e importante, pues el motivo fundacional de tal conmemoración se sustenta en el recuerdo de un hecho dramático, sangriento y signo de la barbarie asesina a que puede llegar la mente humana.

En el concierto de la cultura popular, es común escuchar y vivenciar bromas tendientes a engañar, aprovecharse de la ingenuidad y en ocasiones, la carencia de razón certera de los otros. En tal circunstancia, asignamos un valor negativo y descrédito a la inocencia, concepto que por definición se refiere a: Estado del alma que desconoce el mal.

Para discernir y comprender, cabalmente, el significado profundo de la celebración del Día de los Santos Inocentes es obligatorio remitirnos al texto bíblico y contextualizar los hechos. Posterior al nacimiento de Jesús Cristo, Herodes Rey Judío, percibiendo que el nacimiento del Niño Dios, el Mesías, podría ser una amenaza directa a su poder político y religioso; además, ofuscado, ante la burla evidente de los Reyes Magos quienes no le informaron del lugar exacto donde nace el Rey de Reyes ordena matar, a todos los niños menores de 2 años, en la región. Sangre inocente derramada, pequeños ángeles de Dios quienes entregan su vida en una noche oscura y tétrica.

Estimados amigos lectores, recordemos a los Santos Inocentes como mártires, breves vidas humanas degolladas por el filo asesino del miedo y el temor del poder por el poder. En este mundo nuestro, aún se continúa cercenando la vida humana de niños, jóvenes, mujeres y ancianos, en memoria de cada uno de ellos, celebremos de fiesta a los Santos Inocentes. Busquemos el dolor, la miseria, el abandono y la soledad en los niños. No es necesario viajar a otras latitudes para descubrir pequeños Santos Inocentes, en las calles y veredas de Chile transitan niños sin hogar, niños sin familia, educación, alimento y consuelo. Volvamos el rostro, reconozcamos las necesidades de los hermanitos menores, de aquellos que no eligieron su condición de vida, estrato social, nivel de escolaridad y educación. De aquellos huérfanos desvestidos, descalzos, anónimos en las encuestas asistenciales. Sólo así, podremos regocijarnos en la celebración del próximo Bicentenario, sin niños en riesgo social.

Cuando miramos en los ojos de un niño, podemos descubrir el universo infinito del poder absoluto de Dios. Así, Gabriela Mistral, Madre y Maestra cantó con ternura a los niños del mundo:


“Piececitos de niño, azulosos de frío, ¡Cómo os ven y no os cubren, Dios mío!”

Marcelo Sepúlveda Oses

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