Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 16 enero 2016
“Hombre precavido vale por dos” reza
el refrán, prever el futuro ha sido una preocupación del ser humano desde los
albores de la existencia, algo prohibido para nuestro dominio del conocimiento.
Podemos proponer hipótesis, realizar predicciones, intentar doblegar la
incertidumbre del tiempo por venir, pero, en definitiva, no podemos augurar,
con certeza, los acontecimientos del futuro.
Cuánto ha cambiado nuestra sociedad
en el último siglo, nadie pudo presagiar, atinadamente, la evolución social,
material, cultural, política, religiosa o de la técnica y el conocimiento, pero
si miramos en perspectiva, quizás encontremos los cimientos de lo que somos hoy
por hoy; un mundo interconectado, cargado de señales en microondas, auscultado
por satélites, regido por GPS, controlado a través de drones, numerados en
estadísticas, dependientes de un trabajo remunerado que permite la
supervivencia y la adquisición de bienes materiales, miembros de una familia
como núcleo central de la sociedad, seres en camino hacia la muerte.
En nuestro mundo existen sociedades
organizadas como las abejas y las hormigas, quienes almacenan su alimento para
la época de invierno cuando la comida escasea, podemos tomar modelo de su
práctica y construir una despensa que acoja nuestros víveres para el tiempo de
necesidad, las abejas y las hormigas nos dan ejemplo de trabajo en comunidad y
todos comprometidos con un bien superior.
Cuando niños queremos y anhelamos
ser adultos y cuando tales, volver a ser niños; mientras más nos acercamos a la
muerte el tiempo parece transcurrir más rápido, recordamos con añoranza la vida
juvenil, aquellos hermosos 15 años que jamás volverán, la despreocupación ante
cualquier responsabilidad, la vida saludable, la rebeldía y la construcción de
una auténtica personalidad; pero por más que lo deseemos, no podemos dar
crédito a un futuro incierto, sólo esperar el normal transcurso de la
existencia atentos al porvenir.
En ocasiones, planeamos un curso de
acción, un plan de vida, proyectos y programas, decidimos nuestro actuar en
determinados ámbitos del quehacer de la convivencia social, pero, de pronto, un
accidente cambia cualquier plan y proyecto, nos sitúa ante la cruda realidad.
Entonces, es viable estar atentos a lo incierto del futuro, ya que todo puede
cambiar de un momento a otro.
En parral y Retiro de principios del
siglo XX nuestro mundo giraba como satélites de pequeños villorrios donde el
gran fundo era el referente obligado del trabajo, la producción agrícola y
ganadera que movía la economía local, los caminos en invierno eran casi
intransitables, el mundo rural dependía de su producción y el desarrollo y
crecimiento económico estaba determinado por el éxito de la siembra, por la
fertilidad de la tierra, el agua y el cuidado del tesoro preciado germinado por
el sol.
Pero, nuestra ruralidad no es razón
para mirar, negativamente, el tiempo por venir, por el contrario, podemos y
debemos trabajar para alcanzar el desarrollo, permitir que los bienes de
consumo estén al alcance de todos y cada uno de nuestros ciudadanos, recibir
las señales de comunicación que se extienden por todo el territorio, disponer
de medios tecnológicos para optimizar el rendimiento del trabajo campesino,
educar a niños y jóvenes, planificar el futuro de acuerdo a proyectos y
programas que dan sentido al trabajo agrícola, mejorar las vías de acceso y
caminos rurales para transitar hacia las grandes ciudades, ofrecer mejores
oportunidades laborales a los jóvenes para que ellos puedan desempeñarse como
trabajadores en el campo fértil de nuestro territorio.
Cada día es un buen momento para
comenzar a cambiar nuestro entorno, cuidar los bienes no renovables como son el
agua, ya que hoy, es un recurso escaso y necesario para promover la vida,
generar oportunidades de desarrollo y crecimiento para nuestras comunidades, en
especial, las comunidades rurales del campo en Retiro y Parral. Si todos
disponemos el mejor empeño para alcanzar un futuro que puede ser de verdaderas
oportunidades de éxito futuro, estaremos bien encaminados y a tiempo de lograr
el avance y el desarrollo en el tiempo por venir.
Cada quien tiene la oportunidad de proponer
un futuro lleno de esplendor y éxito para nuestro territorio sur en el extremo
del mundo, somos aptos, gracias a la formación y educación formal en Escuelas y
Liceos para alcanzar el tan anhelado desarrollo y crecimiento de nuestra
sociedad. Miremos como ejemplo a nuestras hermanas abejas y hormigas que dan
sentido a la precaución del futuro incierto.
Marcelo Sepúlveda Oses
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