Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 26 diciembre 2016

En el mundo moderno hemos visto como
nuestro campo y territorio rural se ha ido desarrollando, las condiciones de
vida han progresado, las comunicaciones y la tecnología abundan, los caminos y
senderos, que un día fueron intransitables en invierno, hoy, parecen
carreteras, los vehículos motorizados están accesibles y la tecnología mejora
las condiciones de trabajo del campesino.
Nuestro Retiro y Parral posee una
gran extensión geográfica rural y el polo de crecimiento más rentable se
asienta en la producción agrícola y de crianza de animales. Producimos las
siembras tradicionales como son maíz, remolacha, Trigo y
arroz, cultivo de frutas: Frambuesas, arándanos, frutillas, manzanas, entre
otras, plantaciones de pino, olivo y avellanos y la lista continúa, pero toda
esta producción, requiere de la mano experta y calificada para su cuidado y
tratamiento, por tanto, reconocer a nuestros hombres y mujeres de mundo rural y
campesino. Muchos dedicaron toda una vida a la agricultura y la crianza en
condiciones difíciles, sin comodidades ni medios tecnológicos, sin vías de
comunicación expeditas, sin el acceso directo al comercio y la adquisición de
productos y servicio.
La Rinconada de Buen Retiro fue un
lugar de relajo y descanso escoltada por grandes fundos, la Villa Reina Luisa
del Parral un lugar de tránsito y producción agrícola, el desarrollo fue dispar
para ambos territorios, mientras Retiro fue Comuna satélite de Parral,
dependencia que aún persiste, aunque con diferencias notarias y perceptibles.
Hemos pavimentado caminos, incorporado la técnica y la tecnología a nuestro
trabajo campesino, predecir el clima, con cierto nivel de certeza, para
planificar las faenas y trabajo rural, diversificar la producción y exportar
gran parte de nuestra producción.
Muy temprano, casi de madrugada,
hombres y mujeres, viajan, a los sembradíos y huertos, para cosechar, desde la
tierra fértil, el fruto maduro con cuidado y sutileza para no dañar su rostro
tierno. Eligen las primicias para presentarlas a la mesa, ruegan al cielo
abundancia y coronan los campos en miles de tonos derivados del verde.
Quizá, los más citadinos, subvaloran
tales actividades, menosprecian al campesino por su bajo nivel sociocultural o
la falta de estudios regulares, aunque tal realidad es cierta, el hombre y la
mujer de campo, fraguan en su experiencia, conocimientos, habilidades y
destrezas especiales, conocen la labranza como una materia aprendida, reconocen
la época de siembra y el tiempo de cosecha, riegan las semillas con mano
diestra, cultivan la tierra con amor sensible y aguardan el momento preciso
cuando el fruto esté maduro.
Es tiempo de cosecha, el trigal
esconde la harina, la remolacha azúcar flor, las frutas maduras cuajan la
próxima siembra, verduras y hortalizas entusiasman la mano generosa del
cocinero. Agradecemos el alimento venido de la tierra y al campesino que lo
resguardó, es una cadena serpenteante donde cada quien tiene su función y
tarea, nuestro territorio campesino nos emociona en su variada producción,
esperamos con entusiasmo el fruto de su labor.
Deja al sol obsequiar su energía, al
agua regar con pasión para que cuando llegue el momento preciso, la generosa
producción alcance nuestra mesa servida. Gracias al territorio campesino en
aquel recóndito espacio abundante donde cada quien reconoce su quehacer como
una tarea aprendida que pasa de generación en generación.
Gracias al mundo campesino y a la
tierra fértil, a quienes trabajan sin descanso para ofrecernos los más exquisitos
alimentos, quienes bajo la sombra del parrón descansan a la hora de la siesta y
reúnen energías para continuar la faena, aquellos que nos reciben con los
brazos abiertos y nos ofrecen, en verano, una rica agua con harina o una sandía
jugosa en su rojo intenso; quienes, en invierno, nos preparan el rico mate
junto a una tortilla de rescoldo.
Debemos reconocer, con certeza, que
nuestros campesinos están ahí, humildes y trabajadores, ellos que se imponen
sus propio horario de trabajo, dependiendo de las necesidades de la estación
del año en la que se encuentren, un saludo agradecido de quien ama el campo y a
su gente.
Marcelo Sepúlveda Oses
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