Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 17 diciembre 2016
Mientras la soledad y el abandono
agreden a nuestros semejantes, mientras existan necesidades básicas no
cubiertas, mientras olvidemos a los desvalidos y minusválidos, no podremos
alcanzar la paz y la concordia, entonces, que esta Navidad sea un motivo de
solidaridad y caridad con el hermano que sufre, con los desposeídos, con los
marginados de nuestra sociedad para acompañar y hacer más grato su paso por
esta existencia.
Quienes creemos en un Ser Superior
que guía y conduce nuestra vida, en un lugar de encuentro después de la muerte,
en la trascendencia del espíritu debemos privilegiar el acuerdo con todo ser
viviente en nuestra Aldea Global en este planeta, practicar la oración por
quien sufre, pero también generar vínculos de ayuda fraterna.
Que esta próxima Noche Buena, los
obsequios y regalos no sean el motivo medular de la celebración, sino más bien
un momento de encuentro y compartir en el núcleo familiar, con nuestros
vecinos; pero también, y muy particularmente, con aquel necesitado quien no
posee medios económicos para sumarse a la Pascua del Niño Dios. Pensemos en los
niños de la calle, en drogadictos y alcohólicos, en adultos mayores abandonados, en encarcelados
y enfermos, en todos quienes no podrán celebrar con risas y fiesta esta
Navidad, del mismo modo, elevemos una oración por todos ellos y dediquemos
tiempo y recursos para acompañarlos dentro de nuestras posibilidades. Compartir
el pan en la mesa, una palabra de aliento, una canción navideña, una parte de
nuestro tiempo.
El gran péndulo de la historia
humana transita por diversos e intrincados senderos, nos impide augurar el
futuro y modificar el pasado, pero en este presente continuo, siempre hay algo
por hacer y entonces, compartir la Navidad con los marginados y desposeídos
puede ser una oportunidad de practicar el amor al prójimo pregonado por Cristo
Jesús, el abandono del materialismo compulsivo, el afán del tener como el
sentido medular de la existencia.
No olvidemos que la celebración de
Navidad es el recuerdo de la Pascua del Hijo de Dios, quien nació en un pesebre
pobre y humilde, precisamente, para enseñarnos la austeridad, para sembrar la
semilla del encuentro con el otro, dejando de lado la posesión de bienes y
riquezas, de poder y maldad. Nos enseñó, en la pedagogía del amor y sentó las
bases de una religión que hoy, en el Chile del siglo XXI, aún demuestra
validez.
Que en esta Navidad, niños y jóvenes
tengan oportunidades de encuentro y compartir con los semejantes, de ellos sean
la alegría y el gozo, una fiesta en el amor, la concordia y la armonía, pero
también y más aún, en la solidaridad con el otro para alimentar nuestro
espíritu en las Bienaventuranzas enseñadas por Cristo Jesús.
Seguramente, muy cerca, quizá a
nuestro alrededor, aquí, en la comunidad de vecinos, debe encontrarse alguien
que requiere compañía en su soledad o ayuda en su miseria. No cerremos los
ojos, miremos con los sentidos del corazón para estar disponibles para cada
semejante que nos requiere en su pobreza y vulnerabilidad. Estemos disponibles
y atentos, el mismo Señor Dios nos guiará por el buen camino, en la concordia y
la quietud.
El sol se levanta de madrugada para
iluminar nuestro mundo y no discrimina entre pobres o ricos, alumbra a todos
por igual, genera la vida en este planeta y no se equivoca en su rumbo, por
tal, debe existir una mente maestra que gobierna la creación y en esta Navidad
recordamos el nacimiento de su Hijo, el Mesías, Profeta y Redentor de la
humanidad, por tal, debemos recibir su mensaje y ponerlo en práctica cotidiana
en este tiempo que nos correspondió vivir.
Una muy Feliz Navidad para todos y
muy especialmente, para pobres y desvalidos, marginados y desposeídos, que
nuestro mundo se glorifique en el amor como centro medular de la convivencia
social entre hermanos de la misma especie.
Marcelo Sepúlveda Oses
No hay comentarios.:
Publicar un comentario