Enviado por Luis Espinoza Olivares 10 febrero 2016
Conocido es por todos que los simios corresponden a
animales que –al igual que el “homo sapiens”- pertenece al orden de los
primates, lo que significa que ambos tienen una rama biológica común. Sin
embargo, a través del tiempo la especie humana evolucionó perfeccionando el
Sistema Nervioso Central, lo que le permitió desarrollar funciones cognitivas
en alto grado, como la racionalidad, la memoria, la discriminación de
estímulos, la creatividad, que en forma paralela le permitieron desarrollar el
lenguaje, la comunicación, la cooperación, el sentido de trascendencia, la
espiritualidad, la moralidad, el respeto a la vida.
Sin
embargo, por motivos que son difíciles de entender, en gran parte de la población
mundial (incluido Chile) se están observando comportamientos simiescos.
Conforme a estudios psicológicos realizados por investigadores especializados,
los simios se caracterizan principalmente por ejecutar acciones priorizando la
fuerza y la nula abstracción en la solución de problemas. Así, los simios se
imponen al interior de su grupo haciendo prevalecer la fuerza por sobre
cualquier otro atributo. Por ello, el “macho alfa” es aquel simio que mediante
la fuerza marca su territorio, imponiéndose por sobre los demás y acaparando
para sí las hembras de la manada. Los demás machos imitarán su comportamiento.
A nivel mundial, existen tres grupos de actividades que tienen comportamientos de
“machos alfa” al igual que los simios. En primer lugar, los empresarios: tienen la fuerza del poder
económico e imponen tendencias. El segundo grupo lo conforman los futbolistas de élite: tienen el poder
de la imagen publicitaria y también del dinero. Si un futbolista famoso se hace
tatuajes, o se coloca aros, o se rapa las cejas y el cabello, muchos le
imitarán. El tercer grupo corresponde a los
políticos: tienen el poder institucional (sin embargo por estos días están
de capa caída).
Haciendo
un parangón con los simios, se puede decir con propiedad que muchos seres humanos
se están comportando de la misma manera, imponiéndose mediante la fuerza antes
que por la razón, imitando a ciegas a los “líderes”, hasta en los actos
negativos. Y no se hace referencia solamente a la fuerza física: esa es solo
una expresión de las muchas formas de ejercicio irracional del liderazgo.
Algunos hacen uso de la fuerza que les da el poder económico, el poder
administrativo o el poder político. Otros, sí hacen uso de la fuerza física
para cometer las peores aberraciones traducidas en episodios de violencia
extrema que tienen aterrorizada a la población nacional: asaltos, violaciones,
portonazos, agresiones, insultos, etc.
Son
comportamientos de simios los que demuestran muchos conductores de vehículos
motorizados que transitan a casi 100 kilómetros por hora dentro de la ciudad,
los que le echan el auto a los peatones, los que se estacionan en tercera fila
para conversar sin importarles los demás, los de conducción agresiva. También
existen peatones simios que no respetan el paso peatonal, los semáforos; los
que ensucian en forma descarada, los groseros, soberbios, altaneros o maleducados
en plena vía pública o en lugares de concentración de personas.
Volviendo
a la presentación inicial, digamos que por esencia y por definición natural, el
ser humano debiera tener dos atributos que nos diferencian de los simios. El
primero de ellos es la capacidad de dialogar, por sobre la tentación de
solucionar los problemas mediante la violencia física, psicológica o verbal. El
segundo atributo corresponde a la capacidad de hacer abstracción en la búsqueda
de la solución de los problemas, en vez de “personalizar” el problema. Por
ejemplo, si surge un problema, lo correcto sería buscar una solución colectiva
en vez de buscar culpables o echarse la culpa de todo. Esta situación se
observa actualmente en la política criolla, en la cual partidarios de las
mismas “tiendas” se culpan de todos los males que les ocurren: esa es una forma
de marcar territorio, al igual que los simios, dando a conocer quién es el más fuerte
conforme lo victorioso que resulten algunos al final del problema. De verdad
que este último comportamiento nace de la “necesidad” de algunos “simios y
simias humanos (as)” que no quieren que nadie les haga sombra. Y esto no se
observa solo en la política sino que en gran número de organizaciones
administrativas, sociales o empresariales del país, en las cuales muchos jefes
y jefas sacan rápidamente de su camino a aquellos que consideran que los están
opacando, no obstante que los “eliminados” hayan sido un gran aporte a la
Institución.
Es
característica de los “simios humanos” la escasa capacidad de análisis y
reflexión, dejándose llevar solo por el “cosismo”, o sea, hacer y hacer cosas
sin saber para que las ejecutan.
Hoy
en día los simios y las simias han copado dos campos: la farándula televisiva y
las redes sociales. En ambos escenarios dan rienda suelta a la liviandad, a la
inconsistencia, a la agresividad y a la casi nula falta de raciocinio. Observe
Ud. quienes son rostros televisivos: personas con baja capacidad de análisis,
pura parafernalia y chabacanería. Y de las redes sociales ni hablar: un
adelanto comunicacional que es poderosísimo se ha convertido en el centro de
accionar de gente grosera, que no trepida en descalificar brutalmente a quien
se le ponga por delante.
Lamentablemente
los medios de comunicación social consideran que los usuarios de las redes
sociales son representativos de toda una sociedad. No es así, pues no existen
estudios o investigaciones serias que validen tal afirmación. Lo cierto es que
las redes sociales se han convertido en una verdadera dictadura de la cual será
difícil librarse debido a la superficialidad y al descontrolado y poco
responsable uso que de ellas hace la mayoría de sus usuarios: todo ello está a la
vista, es cosa de revisar…
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