Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 05 May 2009
Cuando los seres humanos avanzamos en edad, acumulamos cuentas en el calendario, venimos a caer en la certeza de la brevedad de la vida, el corto lapso que significa habitar este planeta; por lo tanto, creo, muy personalmente, necesario asignar valor a los detalles minúsculos en la existencia cotidiana, retrotraernos sobre nosotros mismos, pero sin descuidar aquel universo tremendo que nos cobija. A modo de ejemplo, concentrémonos en el otoño, estación muy peculiar que recién nos visita: En otoño, el viento descuidado hace caer las hojas y se tiende una alfombra en tonos amarillos sobre la tierra nuestra, florecen las rosas, la lluvia, aunque escasa, riega los campos y si no ponemos atención, este evento pasa sin que nos demos cuenta. Si observamos con detención los detalles de todas las cosas, las personas y esta aldea global en que trascurrimos la existencia podremos pretender alcanzar la paz, armonía y equilibrio o, también así, disfrutar de las maravillas que nos ofrece la modernidad: Abrir una llave y disponer de agua potable, apretar un interruptor y obtener iluminación en una noche oscura y tenebrosa, comunicarnos sin mayor dificultad, disminuir los tiempos de traslado, y podríamos continuar destacando innumerables adelantos que circundan nuestro diario vivir.
A mi entender, todas las cosas están allí, ordenadas y organizadas por alguna fuerza superior que las rige, nuestra tarea es mirar y ver, escuchar y oír con atención particular, desechando lo intrascendente, lo accesorio, para degustar el sentido profundo de lo creado.
Todas las obras de arte naturales dispuesta en el planeta requieren una percepción especial, un punto de vista atento sustentado sobre la base de la condición humana, hombres y mujeres dotados de conocimiento y cinco sentidos sensoriales con los que reconocemos el mundo tangible: El viaje de las nubes en el cielo, un senderos de hormigas meticulosamente ordenado, descubrir la vitalidad en el oxígeno que respiramos y tantas y tantas otras cosas diseminadas por la tierra.
Poco a poco, con mesura y prudencia, asignemos virtud a nuestro planeta, más aún, descubramos los detalles delicados que le dan sentido y significado, aprovechemos cada día recién nacido para disfrutar de los minúsculos detalles que en el fragor de lo cotidiano e inmediato no alcanzamos a percibir, sólo se requieren ojos atentos, oídos abiertos y una tremenda cuota de comprensión del medio, la sociedad y el mundo natural.
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