lunes, febrero 01, 2010



 SIGO AMANDO EL SUR DE CHILE
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 01 Febrero 2010
En mi pueblo, aquí en el sur, aún escuchamos cantar los gallos a media tarde, podemos regar el jardín con agua de noria, fabricamos harina tostada, mote con huesillos, humitas y chuchoca, reconocemos al vendedor de la esquina y nos saludamos entre vecinos. Aquí, se respira un ambiente social a veces tranquilo y pausado, a veces un oasis en el concierto del mundo global. La vida ciudadana se descubre como algo extraño para el visitante citadino, aquello que se extraña y quizás se añora en las grandes ciudades.

Las urbes devoran a las gentes en un individualismo feroz, dependientes del capital y el libre mercado, el dinero plástico… Se multiplican las necesidades y por ende, la asistencia social. Muchos transitan, deambulan incomprendidos, sedientos, necesitados y desvalidos. ¿Cuánta solidaridad no alcanza? ¿Quiénes, en su afán de desprendimiento vital, acompañan a los pobres y siguen caminando junto al Maestro? En ocasiones, tranquilizando nuestra conciencia en un aporte indirecto para el Hogar de Cristo considerado en el vuelto del Supermercado o la Gran Tienda?

Soy yo el equivocado, el incomprendido, el incauto hombre mortal que no asimila los avatares propios del crecimiento urbano y los avances del modernismo? ¿Es justa la inequidad, la desproporción en la distribución de la riqueza? ¿Por qué los pobres deben siguen esperando? ¿Cuántos nombres anónimos van a la tumba después de haber dedicado una vida entera al trabajo, esfuerzo y sacrificio y nadie lo reconoce?

Anoche, escuché el llanto de un niño huérfano, perdí la cordura ante la miseria y el dolor humano. Fuimos enviados a poblar la tierra y someterla, pero depredadores por naturaleza, destruimos la creación sin remordimiento.

Reconozco mi apego a la tierra, a mi pequeño pueblo en el sur, pues aquí la amistad es un don, el respeto: Prudente, aunque a veces la ignorancia impertinente se apropia de las palabras en discursos agresivos y cargados de ira. Darnos la mano en signo de cariño nace desde lo profundo de nuestras raíces sembradas en el campo abierto, los abuelos, aún pueden narrar sus historias… siempre existe algún nieto que desee escuchar con admiración.

En mi modesto entender, debiéramos resguardar y atesorar estos valores inherentes a la cotidianidad de los pueblos del sur, registrar las leyendas, mitos y fábulas, aprender de la experiencia de quienes han vivido y descubren el sendero difuso, pero permanente y constante de la evolución humana, la gran rueda que no se detiene y cada pieza del tremendo rompecabezas que dirige el tránsito del universo.

Disfrutemos la estación estival en mi sur repleto de frutas y verduras, de amigos honestos en quienes podemos confiar.
Marcelo Sepulveda Oses

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