martes, marzo 31, 2009


JUGUEMOS COMO NIÑOS
UNA TERAPIA PARA SOBRELLEVAR LA VIDA COTIDIANA

Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 30 Mar 2009
Desde niños pequeños, entre tanta cosas que aprendemos día a día, descubrimos el juego, aquel encuentro vital con nosotros mismos, la creación y la inventiva. No importan los recursos disponibles, los medios, los útiles, cualquier elemento nos sirve. Dejamos transitar nuestra mente hacia un sendero remoto en donde la realidad se confunde con la fantasía. Aunque se subentiende y está implícito en el acto mismo de jugar que implica descubrir la novedad, el goce y deleite en ocupar el tiempo libre para recrear mundos invisibles, distantes, especiales y muy particulares, el juego es una herramienta válida, una terapia para el espíritu. A mi entender, los adultos de esta generación hemos olvidado jugar, vivimos atareados, ocupados, consumidos por el estrés, depresivos, iracundos y tantos otros males de la modernidad, la era de las comunicaciones y la globalización. Tenemos certeza sobre la rutinaria existencia que nos acongoja, la atomización de nuestra vida en comunidad, nos encontramos cada día más solitarios, melancólicos, doloridos y distantes. Quizás, si volviéramos a disfrutar de los juegos infantiles, a dedicar algunos minutos del día a reírnos, a crear nuevos espacios de interacción con los otros y abandonar la seriedad auto-impuesta para jugar y disfrutar la vida sencilla y simplemente sería más fácil descubrir la felicidad.

Así, como transitamos a velocidad vertiginosa en un ir y venir caótico, conflictivo y plagado de dificultades y problemas, si dedicamos algunos minutos del día al arte de jugar, seguramente, podremos descubrir soluciones innovadoras a todos aquellos momentos dolorosos y tristes que invaden nuestro ser producto de la seriedad con que asumimos y delimitamos nuestro quehacer cotidiano.
De igual modo, asignemos tareas lúdicas a nuestros infantes, oportunidades de interactuar y compartir sus juegos, los niños deben jugar para que cuando asuman la madurez, como proceso natural del desarrollo, practiquen una convivencia afinada en torno a la magia del juego.

Como adultos nos ponemos una pesada coraza, administramos la seriedad frente a cualquier acto, dependemos de estructuras formales invariables, dogmáticas, formales, así, la magia de la imaginación se va perdiendo a través del paso inexorable del tiempo, se guarda en lo profundo del recuerdo, le añoramos, pero “ya no estamos para juegos”.
Que felices los niños porque juegan a ser grandes, porque danzan, se ríen, construyen. Hacen amiguitos en cualquier lugar, no necesitan presentarse, entregar un certificado de antecedentes; simplemente, se ponen a jugar y cuando deben partir se despiden como grandes amigos, aunque, quizás nunca se vuelvan a reunir. Resguardarán en su memoria aquel encuentro casual cuando sin prejuicios ni complicaciones jugaron en el parque de la esquina.
Marcelo Sepulveda Oses

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