Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 28 agosto 2017

Al
despertar, tomamos conciencia que habitamos el presente, estamos vivos y nos
aguarda un nuevo día, algo así como desprenderse del sueño, quizás reparador,
que nos ofreció la noche. Asumimos voluntad, afecto, desafíos y compromisos en
relación con otros, que también habitan este mundo en el cual somos seres en
proceso permanente de formación en múltiples y
diversos ámbitos.
Pasó
la noche, recuperamos fuerzas, despertamos de la inconsciencia y estamos
dispuestos para comprender un nuevo día, inesperado, impredecible, desafiante y
plagado de experiencias, vamos por la vida aguardando éxito y buenaventura, el
desafío de vivir sin saber hasta cuándo, pues en algún segundo indefinido, se
nos puede aparecer la muerte y arrebatarnos la existencia; entonces, estar
preparado para el final de nuestros días es una definición de existencia humana
sobre la faz de la aldea global.
Guardamos
siempre nuevas experiencias, aprendemos del otro, de aquel que habita a nuestro
lado, del semejante, de aquel quien escribe su propia historia en una sociedad
difícil de definir y comprender, competitiva, individualista y materialista por
excelencia donde destaca quien tiene poder económico, político, social,
cultural y tantos otros y se discrimina al pobre, humilde y desventurado. Por
tal, debemos asignar valor y reconocimiento a todos y cada uno de nuestros
semejantes, ellos también tienen algo que decir, una comunidad la conformamos
todos sin distinción.
Fortalecer
el diálogo, aprender a escuchar, valorar las virtudes ajenas, dar oportunidad
de desarrollo y crecimiento al humilde y desvalido, atender cada necesidad del
otro, ser solidario y caritativo por convicción personal, defender la justicia
bajo la premisa del equilibrio, la paz y armonía, regalar afecto como un
mandamiento divino, amar al próximo en entrega total y absoluta.
Cuando
despertamos y asistimos a la vigilia, debemos tomar en cuenta que tenemos un
nueva oportunidad de vida, para quienes somos creyentes en la fe cristiana podemos
plantearnos la posibilidad de una existencia eterna más allá de la muerte, por
tal, la existencia real tiene un fundamento: Preparamos para asistir al paraíso
de Dios en una nueva dimensión más allá de la existencia concreta y real de la
vida sobre este planeta viajero por la galaxia.
En el
tiempo moderno, la humanidad se plantea preguntas trascendentes sobre el
futuro, el destino y el camino hacia un nuevo tiempo, el ser humano se
cuestiona cuál será el sendero que debemos encaminar en nuestra vida, cómo se
comportará el desarrollo humano, cuáles son las sorpresas que nos apuntará la
proyección de la técnica y la tecnología; hacia dónde transita la evolución de
la ciencia, qué descubrimientos podremos reconocer en la mente de aquellos que
trabajan a diario para determinar nuevos derroteros,
El sueño
y la ciencia ficción se dan la mano, el ser humano, cuando sueña, propone
realidades que no son posibles en las tres dimensiones reconocidas, proyecta
acciones improbables en la vida real, mientras la ciencia ficción recrea
acontecimientos, acciones y hechos imposibles en el día de hoy, pero que en el
futuro pueden lograr concreción. Una se alimenta de la otra, en el sueño
planeamos un futuro incierto, transformamos la realidad y proyectamos
imposibles, mientras en la ficción atendemos cambios y manifestaciones irreales
en el tiempo moderno. Por tal, debemos realizar un acuerdo sobre posibilidades,
hipótesis, proyectos y planes, podemos anidar resoluciones, teorías y
conclusiones valederas, el hombre y la mujer se aferran a un destino posible en
el futuro indeterminado.
Cuando
despierto, debo agradecer el nuevo día, proponer tareas y obligaciones, vivir
apegado a momentos de felicidad y tristeza en un continuo variable e
irreconocible con certeza en el tiempo presente, buscar la maravilla ofrecida
por la luz del sol cuando transitamos a su alrededor, la mágica germinación de
los vegetales, la mezcla infinita de colores que podemos apreciar cuando
admiramos nuestro entorno y detener el espacio en una imagen
Si
damos una mirada al inmenso universo donde habitamos, de seguro, nuestra
impresión de noche y día pierde sentido, pues luz y oscuridad se nos aparece,
pero el concepto de sueño y vigilia se pierde, ya que el todo absoluto se mide
en distancias astronómicas difíciles de cuantificar, por lo cual, debemos
asentir nuestra dificultad de imaginar aquellas magnitudes, por lo tanto, día y
noche pierde su sentido. El ser humano, dueño del presente, puede decidir el
qué y el cómo de su habitual compromiso con la vigilia de cada día y la
necesidad imperiosa del descanso en un sueño reparador
El ser
humano transita del sueño a la vigilia permanentemente y con obligación, más en
cada estado debe, obligatoriamente, habitar. Pregonemos sueño y vigilia como
una realidad trascendente.
Marcelo Sepúlveda Oses
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