Enviado por Luis Espinoza Olivares 20 agosto 2016
Una nueva forma de ver la vida… Más allá de las siempre ponderadas
reflexiones filosóficas, el ser humano actual debe buscar rápidamente su
centro, con el fin de evitar su autodestrucción. No es ningún secreto que la convivencia
humana está totalmente deteriorada. Esta no es una aseveración gratuita ni
mucho menos apocalíptica, es solo la conclusión más elemental que se desprende
de los permanentes desencuentros y agresiones de todo tipo que se generan
-desde el seno mismo de las familias- hasta en las relaciones internacionales,
incluidas las que sostienen los Mandatarios de diferentes Naciones.
Qué penoso es observar
la intolerancia como conducta frecuente en las relaciones humanas actuales. Qué
patético es apreciar que la violencia verbal y física ya ha sido incorporada
como un método de vida. Qué preocupantes son los niveles de descalificación,
soberbia e infamia, llevados al límite incluso en el interior de muchas
familias. ¿Qué nos ha pasado, por qué estamos pisando el límite de la
esquizofrenia sin que nadie (o la mayoría) no lo advierta?
¿O es que tal vez ya el
ser humano ha completado el ciclo de la evolución y francamente estamos en un
período de involución, ya sea en la escala de valores como en los niveles de
inteligencia, los que están comprobadamente asociados a la calidad de las
relaciones interpersonales?
No es casualidad que
nuevas formas de exterminio humano (como el terrorismo) se hayan instalado en
la sociedad mundial. No es coincidencia el mayoritario ausentismo de figuras
que encarnen liderazgo y credibilidad en la comunidad globalizada. Ciertamente
que hemos perdido el rumbo y esto tiene consecuencias, como lo es la absoluta
falta de respeto incluso entre personas que tienen la inmensa responsabilidad
de guiar y conducir a grandes e importantes grupos de personas.
No es justificar
conductas negativas masivas, pero ¿qué podemos esperar de la mayoría anónima si
permanentemente hasta Jefes de Estado se faltan el respeto de una manera
extrema? Para qué decir lo que pasa con otros líderes de menor influencia
ciudadana: simplemente han incorporado en su rutina el “método de la
trinchera”, disparando a diestra y siniestra, sin medir las consecuencias que
ello tiene para la convivencia nacional e internacional.
Frente a este panorama,
¿qué hacer? En aras de una convivencia humana de calidad, es urgente que cada
persona evalúe y analice su comportamiento individual y social. Volver a
retomar la mesura y la prudencia en el decir y en el actuar. Aprender a
escuchar a los demás, intercambiando puntos de vista de manera armónica,
civilizada, respetuosa. Principalmente la gente joven tiene mucho que decir y
hacer, ellos deben dar ejemplos en la búsqueda de una forma de vida renovada, afectuosa,
inteligente, de aceptación por los demás.
Las nuevas generaciones
deben hacerse el firme propósito de construir un nuevo modelo de sociedad, no
solo basado en determinadas concepciones políticas y filosóficas, simplemente
una nueva sociedad en la cual impere el respeto a la dignidad de la persona
humana. Jóvenes: dejen que la gente mayor se responsabilice del actual estilo
de mala convivencia social que solo ha contribuido a empobrecer al ser humano,
negando la posibilidad al “homo sapiens” de desarrollarse en un ambiente de paz
y armonía, en el cual afloren las virtudes, los talentos y el altruismo de cada
persona. Especialmente, los estudiantes deben aprovechar todas las
oportunidades de las cuales disponen, para hacer posible una verdadera
“revolución de la sana convivencia”, que termine definitivamente con la
violencia y la descalificación.
Atrevámonos todos a
iniciar la construcción de una nueva forma de ver la vida…
Luis Espinoza Olivares
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