Enviado por Luis Espinoza Olivares 05 agosto 2016
Agosto es el
mes de la Solidaridad. Así lo concebimos en forma natural, ya que durante este
mes se conmemora un año más de la muerte de San Alberto Hurtado, fundador del Hogar de Cristo, una obra
solidaria ejemplar que se ha enraizado en nuestra sociedad como un símbolo de caridad
humana. Caridad como sinónimo de amor, no de limosna. Ese es el sentido del
legado de San Alberto Hurtado, solidaridad como sinónimo de compartir y no de
repartir, de desprendimiento anónimo y no de generosidad publicitada, de
sacrificio silencioso y no de acciones de colaboración que busquen primeras páginas
o cámaras de televisión.
El Hogar de
Cristo representa una reserva moral, una organización fuerte y eficiente, que
basa su generosidad en la acción de su fundador, quien se inspiró en la palabra
y en la acción de Cristo Jesús. El Hogar de Cristo es quizás la Institución que
encarne con más vigor el trabajo que la Iglesia Católica realiza a través del
mundo: “dar hasta que duela”, “ver en los pobres el rostro de Cristo” y otras
frases que han calado profundo en la sociedad chilena, plenamente identificada
con los valores del cristianismo.
Hacer vida la
palabra de Jesús, no es otra cosa que traducir en acciones concretas esas
buenas intenciones que cada ser humano lleva en su corazón, pero que muchas
veces no se materializan por diversos motivos. El Hogar de Cristo es una
Institución que representa una acción concreta del legado de Cristo Jesús y de San Alberto Hurtado.
El segundo Santo chileno
fue un verdadero apóstol que hizo de su fe un motivo de vida para aliviar el
sufrimiento ajeno. Un verdadero testimonio viviente de caridad cristiana,
entendida ésta como virtud teologal. San
Alberto Hurtado se caracterizó por ser alegre, optimista y solidario.
Optimismo para sonreír, a pesar de las dificultades; solidario para ayudar a
todas las personas, en especial a los pobres, el “rostro de Cristo”. Ese es el gran valor de este Santo, el
valor que tanto se necesita.
Axiológicamente, un
valor es una cualidad que posee un objeto o depositario. Así, hablamos de la
belleza de una flor o la utilidad de una herramienta. Para los objetos, también
existe el valor económico. En el caso de los seres humanos, los valores tienen
un componente ético y moral: por ejemplo, la bondad, la libertad, la
fraternidad. Lamentablemente, en muchos casos, a las personas se les valora por
los bienes materiales que tienen (o no tienen). Craso error: el ser humano vale
por su forma de ser, sentir, pensar y actuar. Se valora y respeta la vida y las
personas, la bondad, la solidaridad, los buenos sentimientos, la capacidad de
amar al prójimo.
¿Y cuál es el valor de
Jesús? Ni más ni menos que ser el Hijo de Dios, aquel que murió por la
Redención de la Humanidad. Jesús vale
por su capacidad de interceder por todas nuestras faltas. Jesús no tiene valor
material, ni menos económico, aún en la panacea del “modelo económico exitoso”.
Muchos esperarían que Jesús también tuviera precio, como queda demostrado en
tantas situaciones que se relacionan con la fe religiosa, como Navidad (compra de regalos), Pascua de Resurrección
(venta de huevitos de Pascua), en las cuales se resalta exageradamente la parte
comercial con marketing y publicidad a todo bombo. ¿Qué diría Jesús de esto? Jesús
es la promesa de la llegada del niño Redentor, de la
visita de Jesús-niño-pobre con su mensaje de alegría y esperanza. Y San Alberto Hurtado fue acción
evangelizadora y austeridad de vida.
Luis Espinoza Olivares
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