Enviado por Luis Espinoza Olivares 12 agosto 2016
El valor incomparable de la persona humana. Hoy más
que nunca se necesita escuchar la palabra moralmente autorizada en el mundo,
para hacer que la paz y la tranquilidad vuelvan al corazón del ser humano. Por
ello, resuena con fuerza la palabra de Juan Pablo II.
Al escribir la Encíclica “Evangelium Vitae” (carta
sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana), el carismático pontífice planteó:
“Es
una acuciante llamada a todos y a cada uno, en nombre de Dios: ¡Respeta,
defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Solo siguiendo este
camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!”.
“¡Que
estas palabras lleguen a todos los hijos e hijas de la Iglesia! ¡Que lleguen a
todas las personas de buena voluntad, interesados por el bien de cada hombre y
mujer y por el destino de toda la sociedad…!”
“A
todos dirijo mi más apremiante invitación para que, juntos, podamos ofrecer a
este mundo nuestros nuevos signos de esperanza, trabajando para que aumenten la
justicia y la solidaridad y se afiance una nueva cultura de la vida humana,
para la edificación de una auténtica civilización de la verdad y del amor”.
La Encíclica
“Evangelium Vitae” fue promulgada por el Papa Juan Pablo II el 25 de Marzo de
1995, en el Decimoséptimo año de su Pontificado. En ella principalmente se
plantean temas como el valor incomparable de la persona humana y las nuevas
amenazas a la vida humana. Si revisamos su contenido, observaremos como 21 años
después de su escritura, el ser humano aún se debate en el peligro del
terrorismo despiadado, la guerra, la injusticia, la ambición desmedida, la
discriminación, el desprecio casi absoluto a la vida humana en aras del “post
modernismo” y su implacable lógica materialista.
Frente a lo anterior, nos llega fuerte la palabra
esperanzadora de Juan Pablo II, quien en parte de esta Carta Encíclica,
plantea:
“El
hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones
de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma
de Dios”.
"Todo
lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, el aborto,
la eutanasia y el mismo suicidio voluntario, todo lo que viola la integridad de
la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales,,
incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo que ofende a la dignidad
humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los encarcelamientos
arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de
blancas y de jóvenes; también las condiciones ignominiosas de trabajo en las
que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas
libres y responsables; todas estas cosas y otras semejantes son ciertamente
oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los
practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al
honor debido del Creador”.
Profundas palabras dignas de meditar en un momento
tan difícil para la Humanidad, con conflictos bélicos de gran magnitud; con el
flagelo del terrorismo azotando al mundo con extrema violencia; con la
corrupción instalada en todos los ámbitos; con la frívola manipulación y uso
político de las personas más desposeídas; con la Institución Familia disgregada
y golpeada por el desamor, el abandono infantil, el materialismo, la cesantía y
tantos otros factores.
Luis Espinoza Olivares
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