lunes, abril 05, 2010

ANTE LA NECESIDAD, DAMOS VALOR A LAS COSAS
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 05 Abril 2010
Cuando no disponemos de agua, valoramos aquel vital elemento que de cotidiano está a nuestra libre disposición, cuando estamos inseguros, vulnerables, reconocemos la paz y tranquilidad de nuestros domicilios o el barrio que habitamos.

Ante la catástrofes vivenciada el 27 de febrero pasado, muchos y me incluyo, dimos valor agregado a las necesidades que por obligación debimos asumir. En épocas normales, pues esta es un estado de excepción, dejamos correr el grifo sin mayor cuidado, regamos el pasto o lavamos el vehículo con abundante líquido, pero cuando no se dispone de agua para beber, cocinar o asearse nos enfrentamos a una grave carencia y nuestro estado de quietud y tranquilidad da paso a estados de angustia y necesidad.

Quienes perdieron su casa, aquel lugar sagrado que cobija a la familia, deben acostumbrarse a las precarias condiciones en que hoy se encuentran.

La reconstrucción no sólo debe considerar levantar mediaguas y apoyar económicamente a quienes perdieron todo, sino que también, comprender un plan de resguardo curativo de las heridas sicológicas, espirituales y sociales de todas las personas.

Reconociendo esta situación, creo que, hoy por hoy, podemos darnos cuenta del valor inigualable de tantos regalos dados durante la vida cotidiana normal. Los niños pueden jugar, hablan con sus muñecos de peluche, inventan teatros y circos, se reúnen en torno a un balón de fútbol, ven la televisión o escuchan música. Hoy, nada de aquello está disponible y debemos acostumbrarnos.

Quisiera que con el paso del tiempo, cuando podamos volver medianamente a la normalidad, el juego mágico del olvido no cubra con su manto todas las carencias que hemos vivido y continuemos, con espíritu altanero, prepotente y soberbio, desconociendo el valor de las pequeñas cosas de que disfrutamos.

Cuando llega el invierno, agradecemos el calor de una estufa encendida, cuando tenemos sed, disfrutamos del agua pura y cristalina. Que no ocultemos en el fondo del baúl de las cosas viejas esta dramática experiencia, para que se constituya completamente en una experiencia de vida formadora.

Cuando el ser querido ha partido de este mundo, valoramos sus virtudes, destacamos sus aciertos, pero mientras está con vida a nuestro lado señalamos todos sus defectos, cada uno de sus errores, aprovechemos este instante, cuando está con nosotros para manifestarle cuánto le queremos, que importante amigo, confidente o vecino del barrio. De igual modo, cuando abramos el grifo del agua, agradezcamos por tal obsequio.

Amigos y amigas, estoy muy cierto que el día 27 de febrero permanecerá vívido en la memoria por muchos años, que ya abuelos, narraremos esta historia, quizás agregando una u otra cosilla, así son los abuelos, pero diremos honestamente yo estuve allí y mi casa de entonces, adobe y teja, se vinieron a bajo para enterrar la historia completa de aquella vida y desde entonces fui otro, el que agradece una gota de agua limpia que fluye hasta mi casa, esta misma casa construida sobre los escombros de mi antigua morada.

Marcelo Sepulveda Oses

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