Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 17 julio 2017

Desde
tiempos inmemoriales, el ser humano aprende gracias a la imitación, la práctica
de ejercicios repetitivos que los mayores enseñan a los menores, una suerte de
ejemplo que uno ofrece al otro para que vaya adquiriendo experticia en
múltiples ámbitos del quehacer y el conocimiento. Pues entonces, un aprendiz
recibe formación de un maestro.
A propósito
del maestro, hoy por hoy, en nuestra cultura general, aquí, en el sur más
extremo del mundo, el título de maestro se ha diversificado en diferentes obras
y acciones, es maestro el carpintero, es maestro el albañil, maestro el
zapatero y tantos otros oficios, pero la maestría requiere sapiencia y
sabiduría, que en algunas ocasiones, no alcanza tal estándar, ni título
adscrito, por lo cual, pecaríamos de imprudencia al validar a cualquiera como
maestro.
Entonces,
maestro es aquel que enseña un arte o una ciencia, sinónimo de profesor,
catedrático o preceptor y por extensión, se ha dirigido a oficios para quienes
demuestran maestría en su labor.
En la
familia, los primeros maestros son los padres, aunque es sabido que ser padre
no tiene una afirmación profesional, nos encontramos en esta tarea y debemos
ejecutarla de la mejor manera posible, en muchos casos bajo la premisa de error
o fracaso para corregir o enmendar cualquier error o equivocaciones de la cual
podemos ser parte.
En términos
generales, debemos educar a nuestros hijos en el ejemplo, pues ellos imitarán
nuestro hacer y desarrollarán un modelo de pensamiento y acción según lo
aprendido de sus padres.
En el
tiempo moderno, sabemos que cada día es más complejo la enseñanza al interior
del núcleo familiar, que no siempre el respeto y el diálogo es la mejor
herramienta de resolución de conflictos, que niños y adolescentes, reclaman por
mayor libertad e independencia, lo cual es propio del proceso de crecimiento y
desarrollo de una personalidad, pero el padre o la madre, deben, en muchos
casos, corregir y bien encaminar a los pequeños aprendices.
Por
otra parte, la escuela es el centro de educación primordial en la formación de
niños y jóvenes, por lo cual, el maestro o profesor debe planificar estrategias
de enseñanza adecuadas, modernas y atingente a la realidad que corresponde
vivir en cada época de convivencia humana cuando el pupilo asiste a este centro
escolar para proponer experiencias de aprendizaje que posibiliten un
aprendizaje permanente, sistemático y de acuerdo a cada nivel de escolaridad.
A la
fecha, se otorga, a la escuela, la responsabilidad meridiana en la educación de
niños y jóvenes, mermando a la familia su tarea educativa y en ocasiones,
limitando su valor trascendente al momento de enseñar. Ambas entidades son
eslabones precisos y preciosos para alcanzar una docta enseñanza; por lo cual,
la maestría de padres y profesores debe ser una vocación ejecutada con rigor,
pero fundada en el afecto.
Así
mismo, el maestro, requiere una habilidad específica en su quehacer educativo y
una herramientas primordial es enseñar con el ejemplo. Si el niño o adolescente
experimenta la acción que se le intenta transmitir, es muy probable que la haga
propia, la resguarde y proteja en su memoria y la pueda aplicar en actos
concretos de su vida comunitaria.
Hoy
por hoy, es preciso aumentar, consistentemente, el caudal cultural de las
nuevas generaciones, más aún, cuando el conocimiento se diversifica
exponencialmente y debemos calificarnos en ciencias o artes de múltiple
especificidad.
Maestros
en acción, padres y profesores que asumen la obligación de educar a la nueva
generación, tarea dificultosa y a veces titánica, sobre todo, cuando no
disponemos de la habilidad y destreza pertinente, pero podemos dedicar empeño y
sapiencia para alcanzar meta tan elevada
De
seguro, no existen recetas mágicas para enseñar, pero el ejemplo, es una de
ellas; si en el hogar se convive de acuerdo a la violencia y la ira, el pupilo
validará estas acciones como la manera de resolver conflictos en la vida
adulta, si mentimos, engañamos o falseamos la verdad, el aprendiz validará esta
práctica como un modelo acertado, si padres y profesores practican la
deshonestidad, falta de respeto, ofensa o calumnia, el niño o adolescente
justificará su propio actuar. Entonces, el ejemplo es un herramienta educativa
primordial para alcanzar logros estratégicos en la pedagogía de la familia y la
escuela.
Todo
maestro debe enseñar con el ejemplo, en la práctica cotidiana de diferentes y
múltiples ejercicios, que día tras día, van conformando una personalidad
sólida, asertiva y dinámica para dedicar, en la vida adulta, nuestra propia
tarea de ser maestros de quienes siguen nuestros pasos. Esta es una cadena en
la que cada eslabón requiere un atención particular, vamos paso a paso
enseñando al pupilo, en la seguridad, de cumplir a cabalidad nuestros propósitos,
de tal modo, la maestría asegura el aprendizaje y el buen ejemplo es una manera
apropiada para alcanzar tal meta y objetivo.
Marcelo Sepúlveda Oses
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