Recibido de Marcelo Sepúlveda Oses el 14 febrero 2017
Admirar nuestro planeta tierra desde
el cielo es una experiencia vivificante, pues nos maravilla la existencia
terrestre que convive en mil formas, colores y superficies, le han llamado la
dama azul viajando por la galaxia, aldea global, en el siglo de las
comunicaciones y la técnica, habitáculo, cobija y resguardo, planeta errante
por su paso medido y constante alrededor del sol y sobre su eje, oasis, paraíso
y maravilla en el inmenso firmamento, hogar que acuna la vida en todas sus
formas.
Creo, fundamental, primero,
maravillarnos en nuestro planeta, luego asumir una conducta de respeto y
protección especial por la tierra y todo ser que en ella habita, sobre todo,
hoy en día, cuando tenemos certeza que el calentamiento global ha ido minando,
soterradamente, el clima, la protección de la capa de ozono y en general,
aquellas variables que, precisamente, facilitan la vida sobre nuestro mundo.
De seguro, todos anhelamos un
planeta que pueda albergar a las futuras generaciones, a los niños que aún no
nacen, animales, vegetales y minerales, nuestras obras maestras en la
ingeniería y la construcción, el cumplimiento al mandato supremo: “crezcan y
multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen sobre los peces del mar,
las aves del cielo y todos los animales que se mueven por la tierra.” Pero,
probablemente, equivocamos el sendero, dejamos fluir el poder y el dinero como
núcleo central de la existencia, acaparar y acumular riqueza no importa a qué
precio ni consecuencia y aquel paraíso donado para nuestro deleite, como todo
en la existencia real y concreta de este universo, se enferma y de no curar su
mal, puede llegar a la muerte.
Poco a poco, paso a paso, tranco a
tranco, el río caudaloso y de aguas cristalinas seca su cauce y contamina aquel
líquido vital de agua dulce que un día regó el campo fértil para germinar la
semilla, el gran océano es usurpado de la multiplicidad de peces que navegan
sus aguas y las corrientes varían el clima y el hábitat de millones de seres
acuáticos, nuestra cordillera se derrite y cambia su manto blanco por sequedad
agobiante. Cada día desaparecen especies, se extinguen y ya nunca más podremos
admirar su forma, colores y habilidades particulares, la tierra fértil da paso
a la sequedad y el desierto, hemos talado los bosques y empobrecido el aire,
gigantescas urbes sufren la polución, el smog agrede sin compasión; entonces,
alguien debe hacer algo, alguien debe enmendar el rumbo, hoy, es pertinente y
absolutamente necesario asumir estado de alerta, todos sin distinción para que
cuando miremos la tierra desde el cielo, ella viaje, quieta y constante, como
lo hizo en las primeras eras de nuestra galaxia.
Tierra, eres fuente de inspiración,
madre redentora, vergel fecundo, fértil hembra, nos debemos a tu cuidado,
inclinar la rodilla y pedir perdón por el mal obrado y comprometernos a no
reincidir, ya suficiente mal hemos hecho, es tiempo de enmendar la falta para
que el bosque sea un edén sin comparación, donde convivan cada ser de la
creación y cuando intervengamos el espacio a nuestro alrededor, esto sea
siempre protegiendo el medio ambiente donado a cada uno de nosotros, la tierra nos
acoge a todos y cada uno, no importa condición social, política, religiosa o de
cualquier índole, sólo importa proteger este planeta, cuidarlo y resguardarlo
en cariño y delicadeza.
Eduquemos a los niños pequeños en
esta tarea titánica, ellos son el futuro, de ellos depende el éxito en la
faena, enseñemos en los pequeños detalles, acciones que pueden parecer
minúsculas, pero que, sumadas entre millones de habitantes, hacen la
diferencia.
El planeta azul debe continuar
siendo azul, la noche y el día resguarda la vida, la física y la química ancestral
realizan su trabajo, los elementos constituyen el todo y en la sumatoria
absoluta, somos pieza clave ante cualquier cambio.
La tierra nos pertenece desde
siempre, pero, al final de los tiempos, deberemos dar cuenta precisa sobre
nuestra potestad. Habitantes pasajeros de un planeta prestado en la ruleta
impredecible de la vida y la convivencia en comunidad de hermanos.
Marcelo Sepúlveda Oses
No hay comentarios.:
Publicar un comentario