Enviado por Luis Espinoza Olivares 20 febrero 2017
Detenerse ocasionalmente a analizar la “cultura” que nos
entrega la Televisión chilena es un ejercicio más que saludable, por no decir
aconsejable.
Ya se ha dicho demasiado acerca del bajo nivel de los
Programas televisivos, que principalmente persiguen captar el dinero de los
auspiciadores, léase millonarias Empresas Comerciales que financian todo tipo
de programas en la tele. Como resultado de la simbiosis Televisión – Empresas,
se entrega a los televidentes cualquier cosa, que en poco o nada contribuye al
crecimiento cultural, ni menos personal.
Es recurrente bombardear a los televidentes con comedias o
teleseries mexicanas, brasileñas, venezolanas, chilenas, turcas y hasta
hindúes, que lo único que hacen es transmitir mensajes de mala convivencia o
malvivir, mediante libretos que solo pretenden explotar la parte emocional de
los seguidores, sin importar si hay o no una buena enseñanza de vida. Por lo
general, los libretos se basan en infidelidades, intrigas, violencia, mentiras
y traiciones, siendo tan reiterativos que a muchos les dan a entender que casi eso
es lo único que existe en la realidad.
Para que decir del bombardeo publicitario: cientos y hasta
miles de imágenes por minuto que terminan por entrar en el subconsciente
colectivo para empujar a la compra de un producto determinado. Bueno, al final
esto es altamente rentable para la TV y para las Empresas, porque siempre
aumentan sus utilidades a costa de los telespectadores
Un capítulo aparte lo merecen los programas de farándula.
Aquí sí que se tocó fondo… Personajes faranduleros que se creen dueños de la
verdad se han tomado las mañanas de todos los canales de emisión nacional, para
entregar puras banalidades y trivialidades que a nadie le interesa, pero que a
fuerza de repetición terminan por convencer que sí son situaciones importantes
las que allí se ventilan. Por ejemplo, la cirugía estética de tal personaje, o
el cambio de pareja de determinado artista, cuánto invierten los famosos en
vestuario, etc. De verdad, se ve que la televisión chilena es poco afanosa en
su labor, porque les resulta fácil llenar horas y horas de espacios televisivos
con pura chimuchina.
Y para colmo, últimamente todos estos programas faranduleros
se han arrogado el liderazgo en las campañas de ayuda a las víctimas de los
pasados incendios forestales. No es que el fondo del asunto esté mal, pero sí
la forma, ya que no es posible farandulizar una tragedia. En vez de aparecer
tanto en pantalla, ¿por qué las Empresas y personas donantes no van
calladamente a un Banco o a alguna Institución formal para entregar
anónimamente sus erogaciones? Es casi lo mismo que pasa con la Teletón: llega
Diciembre y una avalancha de solidaridad se deja caer en el país para ayudar a
los niños con capacidades diferentes. ¿Y por qué no se realizan las donaciones
calladamente durante todo el año en la Cuenta 24500-03 de cierto Banco? ¿Por
qué esperar a que se enciendan las cámaras de TV para meterse la mano al
bolsillo? ¿Cuánta es la preocupación nacional por los niños diferentes durante
el resto del año?
La semana pasada, la televisión mostró con todo “glamour”
cómo la gente VIP de Chile desfilaba en la alfombra roja del Festival de Viña para
colaborar con los damnificados de los incendios, según ellos en un “gesto
solidario”. A cambio, estos personajes mostraron a todo el país sus millonarios
trajes y joyas, demostrando toda su clase. Verdaderamente un insulto a la gente
pobre y a los damnificados, muchos de los cuales aún no tienen ni una lata de
zinc para cobijarse del frío y el viento.
Pero qué le vamos a hacer. Al parecer los chilenos nos hemos
acostumbrado a convivir con este tipo de televisión y nos está dando lo mismo.
Y es que la televisión chilena es el fiel ejemplo de la brutal sociedad
consumista en la que vivimos, en la cual interesa más el desarrollo material
por sobre el desarrollo humano.
Pero aún es tiempo de cambiar este modelo educando
equilibradamente a nuestros niños y jóvenes, las futuras generaciones que
liderarán a nuestro querido país, enseñándoles que las cosas materiales debemos
usarlas en forma austera y que no son la única forma de lograr nuestra
felicidad y la de los demás.
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