DE VACACIONES EN LA PLAYA
Enviado por Marcelo Sepulveda Oses el 09 Feb 2009
Para quienes no tenemos la oportunidad de planear viajes de vacaciones, en época estival, a balnearios acomodados, de común, lejanos y costosos, en nuestro afán de buscar relajo, entretención y por sobre todo, un merecido cambio de clima, de paisaje y quizás también, encontrarse con otros seres de la creación, organizamos nuestra salida a la cordillera, o en algunos casos, al borde costero que tan generosamente nos ha obsequiado el Gran Creador.
Hoy quisiera, desde un punto de vista criterioso, referirme a mi personal escapada de fin de semana a la playa. Primero, rememorar aquellos viajes a la costa de hace unos cuarenta años. Muchos compartirán mi opinión en torno a la convocatoria y afán comunitario de aquellos eventos. Camiones, micros contratadas por alguna institución, familias completas reuniendo hasta tres generaciones. Se planeaba una salida a eso de las 4:30 de la madrugada, ultimando hasta los mínimos detalles. Emoción en nuestras mentes infantiles, energía y por sobre todo, una tremenda impresión al plantarse frente a frente del gran Océano Pacífico… Mediten, por favor, amigos míos sobre el sentimiento de impresión, quizás pavor que debió sufrir la abuela octogenaria al situarse ante aquel lago que no reconoce la ribera opuesta, sólo por mencionar un sentimiento provocado por este mar que intranquilo nos baña. Hoy por hoy, las cosas han cambiado, pero me atrevería a decir que sólo en lo accesorio y me voy a extender, realizando una comparación, para justificar mi planteamiento.
Los vehículos viajan más rápidos, es cierto. Antaño, cuando nuestro transporte se empinaba en las cuestas, podíamos tranquilamente descender y caminar a su lado, hoy un chofer apurado es capaz de adelantar a otros móviles a una velocidad 130 K/h sin la menor preocupación ante nuestro pavor y nerviosismo. El punto de encuentro es la misma plaza de hace un tiempo, pero la invasión de productos de las más insólitas procedencia y usos, impresiona. Visitamos el Mercado, la zona de llegada de los botes pesqueros, pero “No es mucho lo que se vende” me dice una locataria, “ahora la gente viene a comer asado…” mientras ordena unos calcetines de lana… La playa continúa siendo la misma, el agua de un azul piedra, verde o turquesa o algo así, eso depende de quien mira, se convierte en nuestro centro de atención deslumbrados por la maravilla de una fuerza impetuosa que gobierna una danza perfecta, pero también debemos considerar que sobre la arena se reúnen las mismas cáscaras de sandías, de huevo y tomates, botellas de todo tipo que recuerdan la dionisíaca de la noche anterior y cualquier cosa que sea desecho.
En resumidas cuentas, nuestras vacaciones de playa siguen siendo parecidas a las pretéritas y lamentablemente con un cierto desvío hacia lo negativo y desconsiderado con nuestro Medio Ambiente.
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