Quizás, desconozco el pensamiento original que hoy gobierna la filosofía actual, las ciencias exactas y las propuestas de arte moderno, aquellas que rigen este mundo donde habitamos; quizás, soy subjetivo cuando emito una opinión o crítica referente al orden de las cosas en la sociedad contemporánea; quizás, no amo lo suficiente, quizás, miro y no veo a mi alrededor; pero estoy cierto que todo, a cada minuto de la existencia humana, varía, se transforma y modifica sin descanso. Quizás, me dejo llevar por los prejuicios, quizás la pereza o desidia me atrapan, quizás me desaliento, pierdo fuerzas y me niego a un futuro feliz; pero al final de cuentas, todos vivimos, en algo o en parte, sentimientos similares.
Entonces, es necesario volver a comenzar, guiar un paso tras otro para alcanzar pequeñas metas en el día a día de lo cotidiano. Observar esta sociedad, este mundo y este tiempo con esperanza y fe, alentar nuestro empeño, colmarnos de vitalidad, disfrutar de las maravillas que nos ofrece el medio ambiente, la naturaleza y este planeta especial y genuino. Asumamos conciencia de nuestro lugar en el espacio absoluto, ya que somos una minúscula porción de energía, pasajeros, en tránsito permanente.
A veces, me reprocho aquello que no hice, alguna decisión errada, alguna palabra hiriente, agria o sin mesura; a veces me reconozco despreocupado, carente de criterio, tino o mansedumbre frente a mis semejantes; a veces me sitúo dogmático, poco flexible; a veces soy ingenuo y doy confianza más de la cuenta; a veces actúo sin meditar mis actos guiado por la intuición o la arrogancia; a veces me cuesta trabajo reconocer mis errores y fallos contingentes; pero así somos, seres humanos limitados, dueños de verdades relativas, uno más en la cadena interminable de la vida.
En ocasiones dudo, cuestiono mis quehaceres, me critico, recrimino mis faltas para volver a comenzar el nuevo día, ese que alumbra el sol desde mi cordillera blanca aquí en el sur, este día entre tomates de la huerta o la siembra del trigo, aquí donde nadie sobra, pues estamos encaminados todos juntos para ser y vivir como una comunidad.
Por tanto, queridos y estimados amigos lectores, creo pertinente hacer un alto entre la faena diaria para mirarnos a sí mismo, y en equilibrio, ojalá absoluto, reconocer el rumbo anónimo en cada ser para, acumulando la sumatoria de muchos hombres y mujeres, establecer las equivocaciones sociales y las certezas en nuestra comunidad. Nadie hay tan malo que no posea una virtud, nadie sólo sueña con destrucción y opresión. No podemos restarnos al plan maestro que proviene de las alturas, no importa mi credo o religión, todos buscamos la esperanza del amor, la concordia en el bien común, la armonía en el respeto y la quietud en el merecido descanso.
Así, cuando seamos viejos, si es que algún día seremos, poder recopilar nuestra propia historia y agradecernos aquel momento cuando sólo nos pusimos a evaluar lo ya vivido y planear el tiempo por venir.
Si estoy en lo correcto, acepta mi comentario; si me equivoco, corrígeme. Seguramente, trataré de enfilar el rumbo y buscar nuevas soluciones a estos mismos problemas que nos son tan comunes.
Marcelo Sepúlveda Oses
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