(Enviado por el corresponsal Marcelo Sepúlveda Oses el 26 de mayo 2008)
El hombre diseña, crea, inventa y produce infinidad de elementos tecnológicos, avances científicos de punta, planes de largo plazo, proyectos colosales de infraestructura, pero las condiciones climáticas y otras tantas, escapan al control de la humanidad. Frente a este hecho tangible, la variación climática, hoy no podemos predecir o modificar su rumbo y llueve y llueve en el sur de Chile sin darnos tregua.
Por lo tanto, es imperioso cuestionarnos, plantear hipótesis factibles de comprobar ante las tremendas interrogantes que nos proponen estos acontecimientos: ¿Qué ocurre con el clima? ¿Por qué se producen estos fenómenos inusuales? ¿Tendremos alguna participación directa o indirecta en estos eventos climáticos? Lamentablemente, las respuestas con mayor grado de certidumbre, según los especialistas, afirman nuestra participación. Digo: “nuestra”, refiriéndome a la sociedad planetaria, a esta aldea global que habitamos. El cambio climático es un fenómeno real y concreto. Los científicos y todos quienes dedican su tiempo, capacidades y virtudes para investigar y proponer soluciones a este y otros tantos problemas que afectan a nuestro medio ambiente exponen una participación meridiana del ser humano en todos ellos.
Nuestro planeta tierra, en los últimos siglos, ha debido soportar una contaminación depredadora, violenta y destructiva. Los contaminantes que viajan por la atmósfera son de tal magnitud que no podemos determinar su volumen ni el impacto absoluto que ejercen sobre el medio ambiente. Reconocemos, eso sí, el cambio climático, resulta ilógico no aceptar su presencia y manifestaciones, pero como sociedad, políticas de estado, conductas generales de las empresas e industrias de todo tipo repartidas por el orbe y acciones individuales no podemos proyectar una preocupación seria y con perspectivas directas de solucionar el problema vital: Eliminar las fuentes de emisión contaminante. Es ésta la alternativa correcta y la tarea para los próximos años.
Sólo así, podremos explicar a don Juan Pérez, habitante del rincón más extremo, por qué sus animales no tenían agua para beber y no podía sembrar hace un par de semanas atrás y por qué, hoy, tendrá que esperar unos días (en el mejor de los casos) antes de lanzar la simiente a la tierra.
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